CONDENA A LOS QUE RECHAZAN A CRISTO
CONDENA A LOS QUE RECHAZAN A CRISTO
LUCAS 19:41 Al acercarse a Jerusalén, Jesús vio la ciudad delante de él y comenzó a llorar. 42 ¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz! Pero ahora es demasiado tarde, y la paz está oculta a tus ojos. 43 No pasará mucho tiempo antes de que tus enemigos construyan murallas que te rodeen y te encierren por todos lados. 44 Te aplastarán contra el suelo, y a tus hijos contigo. Tus enemigos no dejarán una sola piedra en su lugar, porque no aceptaste tu oportunidad de salvación. NTV.
Es una profunda tristeza para los creyentes, ver a un familiar, un amigo o conocido, caminando directamente a su condenación eterna, pese a que en múltiples ocasiones se le fueron presentadas el evangelio que da salvación y la vida eterna. Muchas personas tienen un corazón tan endurecido, que las palabras de salvación no pueden penetrar a su interior para transformar sus vidas, este fue el caso de la mayoría de los habitantes de Jerusalén, ya que ellos pese a la exposición del evangelio y las múltiples señales realizadas por Jesucristo y sus discípulos, no pudieron lograr que el corazón de ellos sea sensibilizado para que acepten la verdad del evangelio, razón por la cual ellos caminaban directamente a su propia destrucción. Al ver esta realidad que le esperaba a su pueblo amado, el Señor al mirar a toda la ciudad desde su descenso del monte de los Olivos, sintió una profunda tristeza por ellos.
Dios Padre al ver que su amado pueblo escogido y toda la humanidad caminaban a su propia destrucción, tuvo compasión por toda la humanidad y envió a su amado Hijo Jesucristo para que los rescatara del terrible destino que les esperaba. Jesucristo en obediencia a su amado Padre Celestial, durante casi tres años estuvo en medio de sus compatriotas, enseñando en las sinagogas, en las plazas, en los caminos, en la orilla de los mares y en las faldas de las montañas de la región de Judá y sus alrededores acerca de la salvación y el reino de los cielos. Pese a su enorme esfuerzo para alcanzar con el evangelio a todos sus compatriotas, no pudo, ya que el corazón de la mayoría de ellos estaba tan endurecido que sus palabras no pudieron penetrar sus duros corazones, razón por la cual en vez de aceptarlo como el Mesías prometido lo rechazaron. Al rechazarlo, marcaron un destino para ellos y toda la ciudad de Jerusalén.
Jesucristo al saber el destino que le esperaba a la ciudad de Jerusalén y a todos sus habitantes, sintió una profunda tristeza y lo demostró al ver de lejos a toda la ciudad cuando descendía del monte de los Olivos. Jesús al ver a Jerusalén en todo su esplendor, detuvo su trayecto, derramó lágrimas por su amada ciudad, y pronunció una lamentable y terrible profecía de destrucción que recaería sobre la ciudad que había perdido su dorada oportunidad de alcanzar la salvación. En un futuro no tan lejano, Jerusalén sería tomado por asalto por sus enemigos, quienes aplastarían a sus habitantes contra el suelo, y no dejarían ninguna sola piedra en su lugar. Esta lamentable sentencia contra Jerusalén pudo ser detenida si tan sólo el pueblo hubiese recibido a Jesucristo como el Mesías prometido por los profetas del Antiguo Testamento, esto habría significado la paz para ellos. Pero Jerusalén, al igual que los fariseos y todos los líderes religiosos y políticos, no estaban buscando la paz que Jesús vino a traer. Ahora era demasiado tarde. Ellos ya habían decidido qué iban a hacer con el Hijo de Dios. En consecuencia, no iban a tener la paz sino una guerra espantosa. Las palabras proféticas de Jesucristo se hicieron realidad cuarenta años después. En 66 d.C. los judíos se levantaron en contra de Roma. Ante esta rebelión, tres años más tarde desde Roma enviaron a Tito, hijo del emperador Vespasiano, para detener esta rebelión. Los soldados romanos rápidamente situaron la ciudad de Jerusalén y en el 70 d.C, finalmente lograron traspasar las murallas e ingresaron a la ciudad que estaba demasiado debilitada, asesinaron a más de seiscientos mil habitantes e incendiaron la ciudad.
Queridos hermanos. Dios no pasa por alto el rechazo al sacrificio de su amado Hijo Cristo Jesús. Toda persona que rechace el sacrificio de Jesucristo, será condenada al igual que fue condenado Jerusalén por rechazar a su Señor y Salvador. Porque rechazar a Jesucristo, es rechazar la salvación que Él trajo a toda la humanidad. Es también rechazar el perdón a sus pecados y la posibilidad de ser liberados de la condenación eterna a causa de sus pecados. Amigo. Jesucristo vino a este mundo para entregar su vida para que usted no sea condenado por sus pecados, sino que alcance el perdón de sus pecados y la posibilidad de vivir eternamente en el reino de los cielos. Esto solo se hará realidad si usted acepta en su corazón a Jesucristo como su Señor y Salvador. Si todavía no ha aceptado a Cristo, no siga esperando, hoy es el tiempo para que alcance el perdón a sus pecados y la vida eterna en el reino de los cielos.
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