ANTES DE PEDIR A DIOS
ANTES DE PEDIR A DIOS.
EZEQUIEL 20:1 El 14 de agosto, durante el séptimo año de cautividad del rey Joaquín, algunos de los líderes de Israel vinieron a pedir un mensaje del SEÑOR. Se sentaron frente a mí en espera de su respuesta. 2 Entonces recibí el siguiente mensaje del SEÑOR: 3 Hijo de hombre, diles a los líderes de Israel: “Esto dice el SEÑOR Soberano: ‘¿Cómo se atreven a venir a pedirme un mensaje? ¡Tan cierto como que yo vivo, dice el SEÑOR Soberano, que no les diré nada!’”. 31 Pues, cuando les presentas ofrendas y les sacrificas a tus niños en el fuego, te contaminas con ídolos hasta el día de hoy. ¿Y yo debería permitirte, pueblo de Israel, que me pidas un mensaje? Tan cierto como que yo vivo, dice el SEÑOR Soberano, que no te diré nada. NTV.
Cuando un hijo desobediente y rebelde se acerca a sus padres con una solicitud o un pedido, los padres no lo escuchan, ni tampoco le dan las cosas que piden. Porque un desobediente y rebelde no merece nada de sus padres, si primero no muestra un sincero arrepentimiento por su comportamiento inadecuado. Algo similar a los padres terrenales sucede con nuestro Padre celestial, pues ninguna persona que lleve una vida desordenada y vacía, satisfaciendo los deseos de su naturaleza carnal, recibirá una respuesta favorable a sus oraciones o demandas. Dios no se complace con las personas que solo le buscan para realizarle pedidos o demandas, pero no están dispuestos a vivir en conformidad a sus enseñanzas. Dios nunca escuchará las oraciones de esta clase de personas.
Por las constantes rebeliones de Israel, el eterno Creador envió una severa disciplina sobre la nación, pero no la destruyó completamente, el reino todavía había quedado en pie, pero bajo la amenaza de invasión por parte del imperio babilonio. Ante esta situación para nada alentadora, un grupo de líderes de Israel acudieron ante el profeta Ezequiel esperando recibir una respuesta de parte del Señor. Este suceso ocurrió durante el séptimo año de cautividad del rey Joaquín en tierras del imperio babilonio. Antes de que la nación hebrea estuviera bajo amenaza, Dios había enviado diferentes profetas con su mensaje, pero los líderes del pueblo nunca atendieron a esos mensajes, más bien maltrataron a sus profetas, incluso hasta llegaron a matarlos. Pero ahora que la nación se encontraba bajo el peligro, los líderes de la nación acudieron al profeta, buscando un mensaje de parte del Señor. Ellos con diligencia se sentaron a esperar a que el Señor se revelara al profeta y le diera la respuesta que anhelaban. La mayoría de personas son iguales a estos líderes israelitas, que solo buscan al Señor cuando están en problemas.
Ante el pedido de estos líderes hebreos, el Señor dio su respuesta a Ezequiel y le dijo: diles a los líderes de Israel, esto dice el Señor soberano del mundo: ¿Cómo se atreven a venir a pedirme un mensaje? Si hasta el día de hoy, no se han apartado del pecado y siguen bajo la contaminación de la idolatría, presentando ofrendas y sacrificando a los niños en el fuego en honor a los dioses paganos. Ante tu perseverancia a seguir apartado de Mí: ¿Yo debería permitirles que me pidan un mensaje? Tan cierto como que yo vivo dice el Señor, no les daré el mensaje que me piden. Sin duda, Dios no estaba dispuesto a escuchar a estos hombres, porque no habían mostrado arrepentimiento de sus pecados y seguían en su practicas reprochables por las cuales estaban siendo juzgados.
Queridos hermanos. Dios nunca dará respuesta a las oraciones de las personas que tengan pecados que no hayan sido confesados, y menos aún si persiste en ellos. Por eso antes de poder acudir al Señor con alguna petición, primero tiene que estar a cuentas con Él. Debe haber confesado todos sus pecados y ya no persistir en ellos, solo así podrá acercarse confiadamente ante el Señor para realizarle cualquier petición, teniendo la seguridad de que obtendrá la respuesta anhelada. Hermanos. Al igual que un padre terrenal, Dios detesta la rebeldía de un hijo, pero se complace con los que viven de acuerdo a su voluntad. Si realmente amamos a Dios, no seamos rebeldes, ni desobedientes a Su palabra, más bien, tratemos de llevar una vida que le complazca, obedeciendo y practicando sus enseñanzas. Solo viviendo de esta manera podremos tener la certeza de que nuestras oraciones serán contestadas por nuestro Señor, pero siempre a su debido tiempo.
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