NO NOS FIJEMOS EN LO QUE YA HEMOS RECORRIDO

NO NOS FIJEMOS EN LO QUE YA HEMOS RECORRIDO

Un deportista de alto rendimiento, no se conforma con ganar una, dos o tres competencias; no se conforma con las medallas o trofeos que ya reposan en su estantería de triunfos, no se queda contemplando tranquilamente los laureles del pasado, siempre quiere ir por más; por eso está en constante preparación para participar en las nuevas competencias y seguir cosechando más logros que aumenten su palmarés, y ser considerado el mejor deportista de todos los tiempos. El apóstol Pablo, al igual que un deportista de alto rendimiento, no se conformaba con lo que ya había hecho a lo largo de su vida ministerial, por eso pese a su laureado ministerio, sentía que todavía le faltaba mucho por hacer por la causa de Cristo Jesús; razón por la que escribe estas líneas: “Hermanos, yo sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer. Así que sigo adelante, hacia la meta, para llevarme el premio que Dios nos llama a recibir por medio de Jesucristo.” Filipenses 3:13-14 TLA.

Algunos seguidores de Cristo, luego de estar algunos años sirviendo en los diferentes ministerios de sus congregaciones, llegan a pensar que lo que ya han hecho por la causa de Cristo es suficiente. Sienten que los años de ministerio realizado es más que suficiente para honrar y glorificar a Dios por el resto de días de vida que les quedan. Esta forma de pensar no es correcta, ya que el servicio a Cristo, debe ser hasta que al creyente le falten fuerzas para desempeñarse en algún ministerio que honre y glorifique al Señor. El apóstol Pablo pese a los años de servicio a Cristo, y haber fundado nuevas comunidades cristianas en diferentes ciudades y regiones de Asia y Europa, sentía que lo que ya había hecho no era suficiente, sentía que debía seguir adelante proclamando el mensaje de la salvación y la vida eterna en más lugares hasta que le faltaren fuerzas para seguir adelante con su ministerio para el cual había sido llamado. El apóstol quería agradar con su vida y su ministerio al Señor, y así llevarse el premio que Dios lo había llamado a recibir por medio de Jesucristo.

Si el apóstol Pablo, pese a su laureado ministerio, sentía que no había alcanzado la meta final de servicio al Señor, menos el creyente de la actualidad debería sentir que lo que ha hecho por la causa de Cristo, es suficiente para llevarse el premio que Dios lo ha llamado para recibir. Todos los creyentes fueron llamados por Dios para recibir un premio por medio de Cristo, pero este premio no es para los que se conforman con algunos años de servicio a la causa de Cristo, este premio está reservado para todos aquellos que siguen adelante hasta llegar a la meta, poniendo al servicio de Cristo los dones y talentos que han recibido. Al igual que Pablo, el creyente debe seguir adelante sirviendo a Dios hasta que no le queden fuerzas, o hasta que Él lo llame a su presencia. Solo así el creyente logrará llegar a la meta final y a ser acreedor de la recompensa que Dios tiene preparado para él.

Si estamos desempeñando algún ministerio en nuestras congregaciones, jamás pensemos que los años que hemos servido a Dios son suficientes, ni tampoco pensemos en lo que ya hemos logrado, más bien, sigamos adelante y concentrémonos en lo que nos falta por recorrer, sirvamos gozosamente al Señor con nuestros dones y talentos hasta que Él nos llame a su presencia, ya que servir al Señor es un privilegio para lo cual nos ha llamado personalmente. Solo si somos fieles en nuestro servicio hasta la muerte, cuando estemos en Su presencia, recibiremos la recompensa merecida por medio de Cristo Jesús.