APARTARSE DEL PECADO

Por el pecado del pueblo, el sacerdote Esdras se sumergió en una profunda aflicción y con lágrimas de dolor clamó al eterno Creador por misericordia para su pueblo y derramara de su perdón.  Los principales del pueblo al ver la aflicción del sacerdote se acercaron a él y declararon su pecado. Pidieron a Esdras que actuara en favor de ellos para resarcir el pecado del pueblo y detener así la ira de Dios. Conforme al acuerdo de los príncipes y de los ancianos, el sacerdote Esdras envió una orden para que todos los judíos de la provincia de Judá se reunieran en Jerusalén dentro de los tres días para tratar el problema.

En el espacio de tres días todos los hombres de Judá y de Benjamín se apresuraron a acudir a Jerusalén, así como de las ciudades de los alrededores. El sacerdote en presencia de todo el pueblo exhortó a los hombres de Israel que habían quebrantado la ley del eterno Creador al casarse con las mujeres de los reinos vecinos.  Esdras les dijo que confesaran sus pecados al Señor. Judá para detener la ira de Dios sobre el reino, tenía que reconocer sus pecados, confesar y arrepentirse por haber fallado en cumplir las leyes establecidas por el Señor. Sin duda, el primer paso para restaurar la relación con el Señor era que los trasgresores de la ley, reconocieran sus pecados y pidieran perdón con toda sinceridad. Una vez confesados sus pecados a Dios, Judá debía apartarse por completo de ellos, por eso el sacerdote Esdras exigió a sus compatriotas que rompieran toda clase de relaciones con los pueblos paganos.

Esdras también exigió a los habitantes del reino que se habían casado con las mujeres de los pueblos paganos, separarse de ellas. Para muchos, la solución exigida por el sacerdote era descabellada, el exigir a sus compatriotas divorciarse y separarse de sus familias. Pero la exigencia de Esdras no era descabellada. Lo descabellado fue que el pueblo sabiendo los mandatos de Dios las quebrantaran, y se unieran con esas mujeres. En 1 Corintios 7, el apóstol Pablo les dice a los creyentes que han contraído matrimonio con incrédulos, que permanezcan casados con su cónyuge siempre que el esposo o la esposa tengan la voluntad de seguir así. En realidad, el caso expuesto por Pablo es muy diferente al caso expuesto por el sacerdote Esdras. La gente de Corinto se había casado con cónyuges paganos cuando ellos mismos todavía eran paganos; como gentiles, no habían estado bajo ningún mandato de Dios que prohibiera el matrimonio mixto, pero habían entrado en el estado matrimonial en “buena fe”. En los días de Esdras la situación era muy diferente, los israelitas eran culpables pues se habían involucrado en uniones ilegales desde el principio, porque Dios se las había prohibió a su pueblo.

Queridos hermanos, el pueblo judío para alejar la ira de Dios de su nación, debía confesar sus pecados y apartarse de ellos, aunque el hacerlo les causara dolor. Pero ese dolor sería el recordatorio de sus faltas a la promesa que habían hecho como nación ante Dios. Confesar los pecados y arrepentirse, es volver a comprometerse a hacer la voluntad de Dios y renunciar a cualquier acto de desobediencia. Confesar es apartarse del pecado, por eso el pueblo debía divorciarse de las mujeres de los pueblos paganos para estar bien con Dios. Hermanos, si anhelamos vivir en obediencia a la voluntad de Dios, no podemos seguir en nuestras vidas de idolatría, adulterio, fornicación o cualquier otro pecado que transgredan los mandatos de Dios. Debemos abandonar por completo nuestras vidas de pecado, apartarnos de todo lo que nos incita a seguir cometiendo faltas ante Dios. Debemos procurar vivir una vida santa agradable ante nuestro amado Creador.