FIDELIDAD DE DIOS

FIDELIDAD DE DIOS.

NEHEMÍAS 1:7 Hemos pecado terriblemente al no haber obedecido los mandatos, los decretos y las ordenanzas que nos diste por medio de tu siervo Moisés. 8 Te suplico que recuerdes lo que le dijiste a tu siervo Moisés: “Si me son infieles los dispersaré entre las naciones; 9 pero si vuelven a mí y obedecen mis mandatos y viven conforme a ellos, entonces aunque se encuentren desterrados en los extremos más lejanos de la tierra, yo los volveré a traer al lugar que elegí para que mi nombre sea honrado”. NTV.

La mayor parte de la población mundial, vive tranquila en medio de la guerra, violencia, enfermedades, hambre, muerte y desastres naturales. El corazón de las personas se ha vuelto de piedra, porque no se conduelen por nada de lo que pase a su alrededor. El pecado ha enceguecido por completo la perspectiva del bien y del mal de la gente. La mayor parde de las aflicciones que aqueja a este mundo se debe al gobierno del pecado y la maldad. El pecado ha traído fatales consecuencias a este mundo, pero la gente no quiere aceptar esta realidad y se niega a humillarse en arrepentimiento ante el eterno Creador.

Judá, a pesar de haber gozado del apoyo de los diferentes monarcas que habían gobernado el imperio persa, durante el reinado de Artajerjes todavía no había recuperado la grandeza que había tenido antes de ser conquistado por el imperio babilónico. Nehemías al escuchar la realidad de su nación por medio de uno de sus compatriotas que había regresado de Jerusalén a Babilonia, sintió una gran aflicción. Nehemías amaba a su tierra aun cuando había vivido toda su vida en Babilonia. Quería regresar a Jerusalén para reunir a los judíos y retirar la vergüenza de que los muros de Jerusalén estuvieran destruidos. Para Nehemías Jerusalén era la ciudad santa de los judíos. Como ciudad capital de los judíos, representaba la identidad nacional judía y no debía permanecer en ruinas.

Nehemías con profundo dolor y angustia, en oración al eterno Creador, reconoció que la situación adversa de su nación, era debido a los pecados del pueblo. Que el Señor en su justicia había cumplido su promesa de disciplinarlos por su infidelidad a las leyes dadas en el monte Sinaí. Nehemías al confesar el pecado del pueblo, también se hizo partícipe de las transgresiones a la ley de Dios. Las personas son hábiles para echar la culpa a los demás, no les gusta hacerse partícipes de la misma. La situación adversa que atraviesa el mundo en la actualidad, no es culpa solo de algunos, es culpa de todos, porque todos en mayor o menor grado hemos contribuido a la reprenda de Dios sobre el mundo. En la presencia del eterno Creador somos culpables de haber transgredido sus mandatos, decretos y ordenanzas.

En su oración de clamor, Nehemías apeló al cumplimiento de las promesas de Dios hecha a su siervo Moisés, en cuanto a la misericordia y perdón de los pecados ante el arrepentimiento de su pueblo. Dios es fiel a su promesa de amor. Él ha hecho un pacto, es decir, una promesa, un compromiso, de perdonar los pecados. “Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel… perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” Jeremías 31:33–34. Dios nunca quebrantará esta promesa, la garantía es su fidelidad y en la obra que Cristo llevó a cabo en la cruz del calvario.

Queridos hermanos, las advertencias del juicio contra el pecado, no se deben tomar a la ligera ni se deben despreciar. Israel no les prestó atención a las advertencias que le hizo Moisés y sufrió la destrucción y el exilio. Tras el exilio Judá nuevamente se encontró con el juicio de Dios debido a sus múltiples pecados, pero también se encontró con unas promesas de amor y perdón por parte del eterno Creador. Hermanos, Cuando en nuestra debilidad pecamos, debemos confesar nuestros pecados como los confesó Nehemías. Y al igual que él, podemos disfrutar de la misma confianza en el perdón. Esto es posible porque nuestra confianza no depende de nuestros propios logros, sino de las promesas de nuestro amado Creador.