DEUTERONOMIO 9

NO EXISTE PERSONA BUENA.

1 ¡Escucha, Israel! Hoy estás a punto de cruzar el río Jordán para tomar posesión de la tierra que pertenece a naciones más grandes y más poderosas que tú. … 4 … no digas en tu corazón: “¡El SEÑOR nos ha dado esta tierra porque somos muy buena gente!”. No, no es así… 5 … El SEÑOR tu Dios expulsará a esas naciones de tu paso sólo por la perversidad de ellas… 6 … eres un pueblo terco. 7 Recuerda y no olvides jamás cómo hiciste enojar al SEÑOR tu Dios en el desierto. Desde el día que saliste de Egipto hasta ahora, vienes rebelándote constantemente contra él. NTV.

En el mundo existen muchas personas que se creen demasiadamente buenas y son merecedoras de recibir todas las bendiciones de Dios. Pero la verdad es que nadie por sí mismo puede ser bueno ante la presencia del Señor, ya que toda la humanidad esta corrompida por el pecado y no merecen recibir las bendiciones de Dios. Pero Dios, por su misericordia y gracias al sacrificio realizado por su Hijo amado en la cruz del calvario, derrama sus bendiciones sobre las personas. Si Jesucristo no se hubiese sacrificado, las personas no serían dignas de recibir las bendiciones de Dios.

El pueblo hebreo se preparaba para cruzar el río Jordán y tomar posesión de las tierras cananeas. Los hebreos gracias al otorgamiento de estas tierras, corrían el peligro de sentirse mejores que los pueblos que habitaban la región de Canaán, sentirse demasiadamente buenos en comparación a los cananeos. La realidad era que los hebreos eran igual de perversos y pecadores que los pueblos cananeos, y no merecían recibir bendición alguna de las manos del Creador. Pero Dios, por su misericordia y su promesa hecha a los patriarcas de Israel, iba a entregar esas tierras a los hebreos, expulsando a todos los cananeos de sus tierras.

El Creador a través de Moisés, advirtió a su pueblo para que no se consideren buenos y merecedores de las tierras cananeas. Moisés les dijo; ustedes no heredarán estas tierras por lo justos que son, ni tampoco por la rectitud de sus corazones, sino por la impiedad de estas naciones, el Creador arroja estas tierras delante de ti. Por lo tanto, la conquista de Canaán debe servirles de constante advertencia sobre el peligro de la impiedad, peligro que los hizo sucumbir más de una vez en su peregrinaje por el desierto.

De acuerdo a la advertencia de Moisés, cuando Dios derrotara a los habitantes de Canaán, los israelitas no deberían jactarse, ni atribuirse a su propia justicia. Dios les daría la tierra por la impiedad de los presentes habitantes, por motivo de Su pacto con Abraham, Isaac y Jacob y no por ningún mérito en ellos. En la actualidad, Dios derrama sus bendiciones sobre sus hijos, no porque lo merezcan, sino por su gracia y su gran amor.

Queridos hermanos, la realidad es que, en la tierra no ha existido, no existe, ni existirá un hombre tan justo, que haga el bien y nunca peque. El apóstol Pablo en su carta afirma las palabras de los profetas del Antiguo Testamento: “No hay justo, ni aun uno; no hay quién entienda, no hay quién busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quién haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:10–12). Hermanos, el pecado es algo que está dentro de nosotros, y ha contaminado lo más íntimo de nuestro ser, por eso, ninguno de nosotros podemos ser buenos por nosotros mismos, nosotros dependemos de Cristo Jesús para ser justificados, para que nuestras obras sean consideradas buenas en la presencia de nuestro amado padre celestial.