DEUTERONOMIO 8
ACORDARSE SIEMPRE DE DIOS.
11 … En tu abundancia, ten cuidado de no olvidar al SEÑOR tu Dios al desobedecer los mandatos, las ordenanzas y los decretos … 13 cuando haya aumentado mucho el número de tus rebaños y tu ganado, y se haya multiplicado tu plata y tu oro junto con todo lo demás, ¡ten mucho cuidado! 14 No te vuelvas orgulloso en esos días… 17 … nunca se te ocurriera pensar: “He conseguido toda esta riqueza con mis propias fuerzas y energías”. 18 Acuérdate del SEÑOR tu Dios. Él es quien te da las fuerzas para obtener riquezas… NTV.
Algunas personas cuando empiezan a acumular sus patrimonios, se vuelven orgullosas y se jactan ante el resto de las personas de su nueva posesión económica. Estas personas generalmente se vanaglorian y se dan crédito de todo lo obtenido. Piensan que gracias a sus esfuerzos lograron prosperar en sus trabajos o negocios, pero cuando no logran prosperar echan la culpa de su fracaso a todo el mundo e inclusive al eterno Creador.
Israel estaba a un paso de heredar las tierras donde fluía leche y miel. A través de estas tierras, Dios iba a derramar abundantes bendiciones sobre su pueblo, pues estas tierras eran fructíferas, eran adecuadas para la agricultura y la ganadería, además existían yacimientos de minerales valiosos. Con todas estas bendiciones, Israel iba a prosperar en gran manera y corría el peligro de enorgullecerse y olvidarse de glorificar a Dios por esas riquezas. Por eso el eterno Creador a través de su siervo Moisés, advirtió a su pueblo para que no se enorgullezcan ante las bendiciones que estaban a punto de recibir.
Cuando el corazón de las personas se enorgullece de su prosperidad económica, se vuelven autosuficientes y piensan erróneamente que tienen el destino de sus vidas en sus manos. En un corazón enorgullecido en sí mismo, no existe un lugar para agradecer y glorificar al Creador de todas las cosas, ni tampoco reconocer que todo proviene de sus manos.
Este enorgullecimiento ante la prosperidad, no es solo de las personas que no han reconocido a Cristo Jesús como su salvador, pues muchos cristianos en épocas de abundancia, con frecuencia también se acreditan su prosperidad y se vuelven orgullosos de que su arduo trabajo e inteligencia les hayan enriquecido. Esta forma de pensar y actuar, es propio de la naturaleza pecaminosa que todavía gobierna en el corazón de las personas. El pecado hace que las personas se atribuyan de todos los logros obtenidos y no desea que sean compartidos con alguien más.
Ante las primeras bendiciones recibidas, muchos cristianos reconocen que esas bendiciones provienen de las manos del Creador y lo glorifican, pero con el pasar de los tiempos cuando sobreabundan las bendiciones en sus vidas, el corazón agradecido se va transformando en una auto-congratulación, y piensan que toda su prosperidad es gracias a sus propios esfuerzos. La prosperidad y la abundancia poco a poco enceguece a las personas para se que olviden de glorificar y agradecer a Dios por sus bendiciones.
Queridos hermanos, el eterno Creador advirtió a su pueblo para que no piense que las riquezas y la abundancia, son resultados de sus esfuerzos. Les ordenó reconocer que toda riqueza y abundancia proviene de sus manos, por lo cual merecía todo el reconocimiento, la honra, la gloria y la alabanza. Hermanos, todo absolutamente todo provienen de las manos de nuestro Señor, nada de lo que tenemos nos pertenece. Dios es el que derrama sus bendiciones sobre nuestras vidas. Él nos da la salud, la fuerza, y la inteligencia para desempeñarnos en nuestras actividades económicas. Si Dios no nos diera estas bendiciones, no podríamos generar los recursos económicos para sustentar nuestras necesidades. Recordemos siempre agradecer y glorificar a Dios por nuestras bendiciones recibidas.