LEVÍTICO 21

UNA VIDA EN SANTIDAD.

1 El SEÑOR le dijo a Moisés: Da las siguientes instrucciones a los sacerdotes, los descendientes de Aarón: un sacerdote… 6 Deben ser apartados como santos para su Dios y nunca deshonrar el nombre de Dios. Deben ser santos, porque ellos son los que presentan las ofrendas especiales al SEÑOR, ofrendas de alimento para su Dios. 8 Deberás tratarlos como santos porque ellos son los que ofrecen alimento a tu Dios. Debes considerarlos santos porque yo, el SEÑOR, soy santo y yo te hago santo. NTV.

En este mundo dominado por la maldad y el pecado, es muy difícil para las personas llevar una vida correcta de santidad. Sin embargo, hay algunas personas que aparentan ser santas, pues afirman que no hacen nada indebido, no mienten, no roban, ni hacen daño a su prójimo y a través de la filantropía en favor de los necesitados, piensan que han alcanzado la santidad y son merecedores de la entrada al cielo sin ninguna clase de restricción. Pero la verdad es que la santidad va más allá de lo que las personas puedan pensar, pues la verdadera santidad, está íntimamente relacionada en una estrecha relación del hombre con su eterno Creador.

Dios cuando instruyó las leyes ceremoniales del sacrificio para su pueblo, también instituyó a los hombres que iban a presidir esos rituales. Dios eligió de entre las doce tribus de Israel, a la tribu de Leví para que sea la cuna de sacerdotes. Aarón y sus hijos formaban parte de esta tribu y fueron los primeros sacerdotes de Israel designados por el eterno Creador. Toda la tribu de Leví fue consagrada para servir a Dios en el tabernáculo de reunión. Consagrar significa apartar, la tribu de Leví fue apartada para la obra de Dios.

Dios a través de Moisés, instruyó a los sacerdotes para que lleven una vida de santidad. El Creador les dijo que ellos estaban consagrados a su servicio, así que debían obedecerle siempre. Debían ser diferentes, porque ellos serían los encargados de presentar los rituales ceremoniales y las ofrendas quemadas en el altar de fuego. Además, les ordenó apartarse de todo lo malo, porque ellos serían quienes presenten el pan dedicado en su honor. Les ordenó ser diferentes, porque Él era un Dios diferente en comparación de los dioses de los pueblos paganos.

Los sacerdotes eran los emisarios de Dios, y como tales debían ser un ejemplo para toda la comunidad hebrea, debían llevar una vida de santidad, lejos de cualquier inmoralidad que pudieran dañar su testimonio delante de los hombres, debían protegerse de la contaminación que podía provenirles del contacto con un muerto, exceptuando los casos que implicaban parentesco cercano de sangre, como madre, padre, hijo, hija, hermano o hermana soltera. Para el mundo actual, esta clase de ordenanzas puede ser excesiva, pero el Creador no lo veía así, Dios exigía una completa santidad de sus siervos, libres de toda clase de contaminación.

Queridos hermanos, en el pasado, Dios estableció una ordenanza para el sacerdocio levítico, la ordenanza de vivir una vida en santidad, apartados de toda clase de contaminación. Esta misma ordenanza demanda de todos sus seguidores. Dios es un ser santo y todos los que deciden seguirle, deben procurar vivir en esa santidad. Hermanos antes de conocer a Jesucristo, cada uno de nosotros andábamos bajo el dominio de la maldad y el pecado, andábamos contaminados de toda inmundicia, pero de esa realidad Cristo nos rescató. Él a través de su sangre, limpió toda nuestra inmundicia, nos santificó y nos consagró para sí mismo. A pesar de que vivimos en este mundo controlado por la maldad y el pecado, ya no pertenecemos a este mundo, nuestras vidas le pertenecen a Dios. por eso, debemos apartarnos de toda inmundicia y de toda carnalidad, debemos tratar de vivir una vida de santidad, guardando nuestro testimonio ante los hombres para que viendo nuestro testimonio glorifiquen a Dios.