LEVÍTICO 11

En la cultura oriental, es común ver a las personas consumir toda clase de animales sin ninguna clase de restricción, pero en algunas culturas hay ciertas restricciones para el consumo de ciertas especies de animales. Ya sea por el peligro de extinción de las especies, o porque son animales simbólicos de estas regiones. En el pasado, el Creador dio una lista de ciertas especies de animales que no se les permitiría comer al pueblo hebreo, pues estos animales eran considerados inmundos.

El Creador a través de su siervo Moisés, dispuso una serie de reglas que el pueblo hebreo debía cumplir en cuanto a su alimentación. En esta nueva regla, el Creador dio a conocer a su pueblo, los animales que eran permitidos para el consumo y los animales que no se les permitía comer. Si alguno de ellos comía o tocaba el cadáver de los animales prohibidos, quedaban contaminados por la impureza de estos animales y eran considerados inmundos ante los ojos del Creador.

Las designaciones de animales limpio e inmundo por parte del Creador fueron para definir la clase de animales que los israelitas podían o no comer. Había varias razones para establecer esta dieta, pues los alimentos prohibidos eran por lo general animales que merodeaban en la basura y se alimentaban de animales muertos; por lo tanto, podían transmitir diferentes enfermedades. También fueron para distinguir visiblemente a Israel de otras naciones del mundo antiguo, ya que algunos de los animales considerados inmundos eran sacrificados a los dioses paganos de esas regiones.

Dios, a través de la prohibición estricta del consumo de la carne de ciertos animales inmundos; e incluso de tocarlos, quería que su pueblo estuviera completamente apartado de aquellas cosas que pudieran contaminar sus vidas de relación con Él. Tocar animales inmundos, muertos o vivos, y comer accidentalmente la carne contaminada por el contacto de los animales inmundos, los cuerpos de los animales limpios se consideraban inmundos, aunque murieran naturalmente. Sin embargo, la inmundicia causada por estos animales muertos era temporal; solamente duraba hasta la noche del día en el cual había sido adquirida.

Dios quería que su pueblo fuera santo, así como Él es santo. Él sabía que tenían solo dos opciones: apartarse y ser santo, o comprometerse con sus vecinos paganos y llegar a ser corruptos. Por eso es que los sacó de la idolatría de Egipto y los apartó como una nación única, dedicada a adorarle sólo a Él y vivir vidas morales. Este también es el motivo por el cual diseñó leyes y restricciones para ayudarles a mantenerse separados, tanto social como espiritualmente, de la maldad de las naciones paganas que habrían de encontrar en Canaán.

Queridos hermanos, Dios a través de esta ley de alimentación, quería que el pueblo hebreo se mantuviera en santidad, apartado de toda inmundicia que les rodeaba. En la actualidad al igual que el pueblo hebreo del pasado, los cristianos vivimos en medio de una sociedad cargada de inmoralidad sexual, corrupta, y llena de idolatrías. Dios desea que en medio de esta sociedad vivamos una vida de santidad, sin llegarnos a contaminar. Hermanos, debemos mantenernos espiritualmente separados de la maldad del mundo. No es una tarea fácil ser santo en un mundo impío, pero Dios no nos pide que lo intentemos en nuestras propias fuerzas, sino en las fuerzas de su hijo amado Jesucristo, quien voluntariamente entrego su vida, para presentarnos santos y sin mancha e irreprensibles delante de su Padre.