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DISCIPLINA Y PERDÓN

DISCIPLINA Y PERDÓN

2 CORINTIOS 2:5  No exagero cuando digo que el hombre que causó todos los problemas los lastimó más a todos ustedes que a mí. 6 La mayoría de ustedes se le opusieron, y eso ya fue suficiente castigo. 7 No obstante, ahora es tiempo de perdonarlo y consolarlo; de otro modo, podría ser vencido por el desaliento. 8 Así que ahora los insto a que reafirmen su amor por él.  11 para que Satanás no se aproveche de nosotros. Pues ya conocemos sus maquinaciones malignas. NTV.

La práctica de la disciplina y el perdón, son prácticas relevantes dentro de las congregaciones cristianas protestantes, por eso, ninguna de estas dos prácticas se debe excluir en una asamblea de creyentes. De ninguna manera se debe pasar por alto las acciones pecaminosas de un miembro del cuerpo de Cristo. Al conocer el pecado de este miembro, los líderes de la congregación, deben aplicar la disciplina, ya que la disciplina le ayudará a recapacitar de sus acciones pecaminosas, y a buscar la reconciliación con Dios mediante el arrepentimiento genuino de sus pecados. Pese a la importancia de la disciplina dentro del cuerpo de Cristo, algunos líderes cristianos lo pasan por alto, y se muestran permisibles a la práctica del pecado dentro de sus congregaciones, aduciendo que no se debe juzgar a otros, ya que si juzgan, ellos mismos serán juzgados con severidad por el Señor de los ejércitos Celestiales. Además, aducen que deben perdonar tal como Dios los perdonó. Esta postura es contraria a la voluntad de Dios, ya que Su voluntad es que se amoneste a los que siguen practicando el pecado tras su conversión a su amado Hijo Cristo Jesús. Esta amonestación debe ser hecha con amor, y no con rencor, odio o revanchismos.

De la misma manera que se disciplina a un miembro de la congregación por sus faltas, también se le tiene que extender el perdón cuando la disciplina ha surtido efecto en su vida, y muestra un genuino arrepentimiento de sus pecados. Esta instrucción la dio el apóstol Pablo a los líderes de la iglesia de Corinto. El apóstol deseaba que los creyentes recibieran nuevamente en su comunión a los miembros de la congregación que habían pasado por una disciplina, a los que realmente mostraran un sincero arrepentimiento de las faltas que habían cometido y habían mostrado aflicción por la justa disciplina impuesta. Ya que la falta de perdón al hermano arrepentido, podría ocasionarle más dolor y posiblemente el alejamiento definitivo de los caminos de la verdad y la justicia. Ante un corazón dolido por la falta de perdón, Satanás está siempre listo para actuar y envenenar el corazón de un redimido y así apartarlo del camino de la salvación y la vida eterna. Con sus estratagemas, el maligno arruinará a la persona arrepentida, pues sembrará en su corazón rencor y odio hacia los hermanos que no le perdonaron y hacia el evangelio de Cristo. Si Satanás no pudo destruir al creyente con la práctica del pecado, lo intentará por el dolor abrumador que sigue al arrepentimiento.

Ante la falta de perdón a un arrepentimiento genuino, no sólo existe peligro que Satanás saque ventaja tentando al penitente a pensar mal de Dios y de la religión, a guardar rencor y odio contra las iglesias y los ministros de Cristo. El rencor y odio, ocasionará que el penitente, de un mal testimonio de la iglesia, así como del evangelio ante los mismos creyentes, así como delante de las personas que todavía no han alcanzado la salvación y la vida eterna. Toda esta situación podría ocasionar divisiones dentro del cuerpo de Cristo y posiblemente frenará el crecimiento del ministerio delante de los inconversos.

Queridos hermanos. Dentro de nuestras congregaciones, la práctica de la disciplina y el perdón deben ser fundamentales. La disciplina siempre debe buscar la restauración al hermano que ha caído en pecado. En esta práctica, podemos cometer dos errores puntuales: podemos ser demasiado permisivos con el pecado y no corregir los errores, o ser demasiado estrictos y no perdonar cuando exista un genuino arrepentimiento.  Hay tiempo de confrontar el pecado y tiempo de consolar al arrepentido, esta es la forma en que debemos actuar para que la iglesia de Cristo no tenga un mal testimonio delante de los hombres. Hermanos. Empleamos la disciplina en la iglesia a fin de mantenerla pura y ayudar a que los miembros de nuestras congregaciones tomen el camino del arrepentimiento. Debemos recordar que nuestro propósito con la disciplina es restaurar a una persona a la comunión, no destruirla. Debemos cuidar que la ira personal no tome forma de disciplina de la iglesia. Cuando muestren arrepentimiento de sus faltas, extendámosle el perdón, levantándoles las medidas disciplinarias impuestas para que vuelvan a tener comunión con toda la congregación.

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