Jesus Is Life

TESTIGOS DE CRISTO

TESTIGOS DE CRISTO

HECHOS 1:3 Durante los cuarenta días posteriores a su crucifixión, Cristo se apareció varias veces a los apóstoles y les demostró con muchas pruebas convincentes que él realmente estaba vivo. Y les habló del reino de Dios. 4 Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó: No se vayan de Jerusalén hasta que el Padre les envíe el regalo que les prometió, tal como les dije antes. 5 Juan bautizaba con agua pero, en unos cuantos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo. 8 … recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes. Y serán mis testigos, y le hablarán a la gente acerca de mí en todas partes: en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos de la tierra. NTV.

En un accidente de tránsito, las personas que han estado presentes y han visto el accidente, generalmente son llamados a declarar para que narren los hechos tal como sucedieron, y así la justicia no favorezca o perjudique al inocente o al culpable. Solo las personas que presenciaron los hechos pueden servir de testigos, pues ellos estarán en capacidad de rendir sus declaraciones tal como se dieron las cosas. Tal como las personas que presenciaron un accidente o el quebranto de alguna ley, están capacitados para servir de testigos, las personas que han alcanzado la redención de sus pecados, la salvación y vida eterna, están en capacidad de ser testigos de Jesucristo y proclamar el evangelio que transformó sus vidas, al mundo inconversos y pecador.

En varias ocasiones durante los cuarenta días que Jesús permaneció entre los hombres, habló con ellos, les mostró sus manos y sus pies, los invitó a tocarlo y comió un trozo de pescado asado en su presencia. Durante esos 40 días, Jesús estuvo “hablándoles acerca del reino de Dios”, que no es un lugar, sino una actividad, no el reino de Dios, sino su reinado. Dios reina en las vidas de los de su pueblo por la predicación del arrepentimiento y el perdón de los pecados. En cierta ocasión el Señor después de haber comido, se dirigió a sus discípulos y les dio instrucciones para que tras su partida al reino de Su Padre no salieran de Jerusalén a proclamar las Buenas Nuevas de salvación y vida eterna, sino que esperaran hasta que Su Padre Celestial les enviara al Espíritu Santo tal como les había prometido unos días antes de ser crucificado. El Espíritu Santo no viene a la vida del creyente por su actividad o esfuerzo, sino de Dios. Por eso lo único que podían hacer los discípulos de Cristo era esperar atrincherados en Jerusalén y confiar en que pronto Dios les enviará al Espíritu Santo para que les capacite, les de poder y les ayude a cumplir con la tarea que Su Maestro les había delegado.

Una vez que el Espíritu Santo descendiese sobre los discípulos, ellos serían bautizados con su poder para que sean testigos ante el mundo inconverso y pecador. Los testigos son personas que declaran lo que han visto y escuchado. Los discípulos habían permanecido junto a Jesucristo por casi tres años. En todo ese tiempo, habían visto las obras milagrosas de su Maestro, habían escuchado cada una de sus enseñanzas; habían presenciado su vida de obediencia a Su Padre Celestial, algunos habían presenciado su muerte, y todos lo habían visto resucitado de entre los muertos. Todos estos hechos que presenciaron les capacitaba para ser testigos de Jesucristo ante el mundo inconverso y pecador. Una vez con el poder del Espíritu Santo en su interior, debían anunciar a los hombres inconversos todo lo que habían visto, no solo a los habitantes de Jerusalén, sino a todos los habitantes del mundo. Su tarea de anunciar el evangelio debía comenzar en Jerusalén, luego toda Judea, Samaria y luego los lugares más lejanos de la tierra, y así, el mundo inconverso y pecador, pueda alcanzar la salvación y la vida eterna que se encontraba en Cristo Jesús.

Queridos hermanos. Pese a que nosotros no hayamos escuchado personalmente las enseñanzas de Jesucristo, ni tampoco hayamos visto Sus obras milagrosas, su vida ministerial, su muerte y resurrección tal como los discípulos, todos los que hemos recibido a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, nos convertimos en sus testigos, ya que el Espíritu Santo pasa a morar en nuestro interior y nos capacita para confiar en Cristo, para saber lo que ha hecho por nosotros y por todos, y nos da la habilidad y la responsabilidad de hablar de él y de su salvación, comenzando en casa y continuando en un círculo cada vez mayor. Hermanos. Como testigos de Jesucristo, nuestro deber es anunciar el evangelio a todas las naciones del mundo que se encuentran sumergidas en el pecado, para que ellos también tengan la oportunidad de alcanzar el perdón de sus pecados, la salvación y la vida eterna en el reino de los cielos.

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