EL ENVIADO DE DIOS
EL ENVIADO DE DIOS
JUAN 10:31 Una vez más, las personas tomaron piedras para matarlo. 32 Jesús dijo: Bajo la dirección de mi Padre, he realizado muchas buenas acciones. ¿Por cuál de todas ellas me van a apedrear? 33 No te apedreamos por ninguna buena acción, ¡sino por blasfemia! contestaron . Tú, un hombre común y corriente, afirmas ser Dios. 34 Jesús respondió: En sus propias Escrituras está registrado que Dios les dijo a ciertos líderes del pueblo: “Yo digo que ustedes son dioses”. 35 … Así que, si a las personas que recibieron el mensaje de Dios se les llamó “dioses”, 36 ¿por qué ustedes me acusan de blasfemar cuando digo: “Soy el Hijo de Dios”? Después de todo, el Padre me separó y me envió al mundo. NTV.
A lo largo de la historia de la humanidad, muchos reyes y gobernantes de las naciones del mundo, se han denominado a si mismo ser dioses. A estos hombres no se les juzgó por esa osadía, en su lugar, los habitantes de esas naciones les rindieron pleitesía y veneración como si realmente fueran unos dioses. Pero cuando Jesucristo empezó a predicar el evangelio y a realizar un sinfín de señales milagrosas como el enviado Unigénito Hijo de Dios en favor de los más necesitados, muchos líderes religiosos del pueblo judío se le opusieron e incluso querían matarlo por la osadía de atribuirse el título de Hijo de Dios, pues para ellos, Jesucristo no era más que un hombre común y corriente, un charlatán, un blasfemo que quería llamar la atención, denominándose a sí mismo como el Hijo de Dios.
Es evidente que el mundo, más fácilmente acepta a un mentiroso que a un hombre que habla con la verdad. Este fue el caso de Jesucristo. El Señor vino a este mundo a llevar a cabo el plan salvífico de Dios. Con este propósito, compartió el plan de salvación a todos sus compatriotas y también realizó muchas señales milagrosas para demostrar que Él era el enviado de Dios. Pero ni sus palabras ni sus señales milagrosas convencieron a los líderes religiosos del pueblo judío, de que Él era el enviado de Dios, el Mesías prometido por los profetas del Antiguo Testamento. En vez de recibirlo, los líderes se le opusieron, y constantemente buscaban como eliminarlo.
En cierta ocasión, una vez que Jesucristo terminó sus enseñanzas, los líderes religiosos estaban a punto de lapidarlo, pues consideraban que era un blasfemo, pues la lapidación era el castigo ordenado en el libro de Levítico para los blasfemos. Pero cuando estuvieron a punto de lanzarle la primera piedra, Jesucristo les preguntó por cuáles de sus acciones buenas que había hecho en el nombre de su Padre, querían ejecutarlo. A lo que ellos contestaron, que por sus acciones buenas no querían ejecutarlo, sino por atribuirse ser Hijo de Dios. Ante esta respuesta, el Señor les citó una porción de las Escrituras del Antiguo Testamento, en el cual Dios llama a sus siervos que son dioses. El pasaje que citó fue el Salmos 82:6, que dice: “Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo”.
Este salmo se dirigía a los jueces de Israel. A ellos se les llamaba dioses, no debido a que fuesen en realidad divinos, sino porque representaban a Dios cuando juzgaban al pueblo. Si Dios llamó a los jueces humanos como dioses, con mayor razón Jesucristo merecía identificarse a sí mismo como Dios, ya que Jesús era el Unigénito Hijo de Dios. Al citar esta porción de las escrituras, les dio a conocer que ellos no tenían argumentos para lapidarlo, si Él se denominaba como Hijo de Dios y realizaba señales milagrosas en el nombre de Su Padre Celestial. Ya que si seguían en sus intenciones de ejecutarlo, irían en contra de las escrituras que ellos afirmaban defenderla, al llamar a Jesucristo blasfemo.
Queridos hermanos. Dios separó a Jesús desde la eternidad para que llevara a cabo Su plan de salvación en favor de toda la humanidad pecadora. Por eso cuando llegó el tiempo para llevar a cabo este plan, el Padre Eterno envió a su amado Hijo Cristo Jesús desde el reino de los cielos a este mundo, para que culminara su obra y rescatara de la condenación eterna a todos los hombres. Pero pese a que Jesucristo quería dar salvación y vida eterna como el enviado de Dios, los líderes religiosos no lo aceptaron, en su lugar lo asesinaron. Al igual que el pueblo judío, en la actualidad, muchas personas rehúsan aceptar a Jesucristo como el Unigénito Hijo de Dios que puede darles salvación, por eso lo consideran como solo un buen maestro, pero no como el Dios encarnado que vino a este mundo por amor a la humanidad. Hermanos. Al igual que a nuestro Señor en el pasado trataron de matarlo por compartir el evangelio del reino, en la actualidad, en algunos países maltratan y asesinan a los ciervos de Dios. Pero pese a este peligro que pueda surgir en nuestro ministerio, debemos seguir adelante compartiendo el evangelio de nuestro Señor a todas las personas del mundo.
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