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NECESIDAD DE PERDÓN

NECESIDAD DE PERDÓN

LUCAS 18:10. Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos. 11 El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración: “Te agradezco Dios, que no soy un pecador como todos los demás. Pues no engaño, no peco y no cometo adulterio. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! 13 Pero el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba. En cambio, golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh, Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”. 14 Les digo que fue este pecador y no el fariseo quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados. NTV.

Bajo su propia perspectiva, los hombres al no cometer faltas graves como asesinar, robar, estafar y tener relaciones ilícitas, ni adicciones al alcohol, tabaco y otras sustancias psicotrópicas, pueden llegar a considerarse que son personas rectas, justas, e intachables. Con esta errónea perspectiva, llegan a considerarse mejores o superiores a las personas que cometen algunas de las faltas anteriormente citadas. Además, al sentirse rectas, justas, e intachables, llegan a considerarse que no necesitan del perdón de Dios para poder entrar al reino de los cielos, ya que con su propio comportamiento son más que merecedores de vivir junto a Dios por toda la eternidad. Esta perspectiva errónea, no es nada nuevo, ya que este mismo sentir tenían la mayoría de líderes religiosos del pueblo judío en los tiempos de Jesucristo.

A menudo, las personas que vivían cerca de Jerusalén iban al templo a orar y así ponerse a cuentas con Dios. Los momentos usuales para la oración en el Templo eran las 9:00 AM y 3:00 P.M. En cierta ocasión mientras Jesucristo compartía una enseñanza acerca de la justicia de los hombres y justicia de Dios, escudriñó el corazón de los que le estaban escuchando, y encontró que algunos se creían totalmente justos, rectos e intachables. Ante esta situación, el Señor contó una historia para hacerles notar lo equivocados que estaban al creerse lo que no eran. Jesús les contó la historia de un fariseo y un cobrador de impuestos que fueron al templo a orar. Los dos tenían diferentes perspectivas de acercarse a Dios y rendirles sus plegarias. El fariseo no tenía temor ni reverencia a Dios, por eso sus palabras de plegaria no eran una oración a Dios, sino una expresión de jactancia de sí mismo, de su justicia y de su superioridad moral sobre los de más, específicamente sobre el cobrador de impuestos. Con esta actitud, el fariseo mostró que no fue al templo a orar a Dios, sino para anunciar a todo aquel que podía oírle cuán bueno era.

El cobrador de impuestos en contraste al fariseo, tenía temor y reverencia a Dios, por eso cuando fue al templo a orar, se sintió indigno de estar en la presencia de un Dios santo, debido a sus muchos pecados, por eso para expresar su plegaria y clamor a Dios, se puso de pie en la parte más distante del Templo, y al momento de su oración, no levantó sus ojos al cielo, sino que se golpeó el pecho en señal de arrepentimiento y la necesidad del perdón de Dios a sus muchos pecados. La oración del cobrador de impuestos es una verdadera oración, pues expresa su condición pecaminosa delante de Dios y la necesidad de Su perdón para no ser condenado. Por eso el Señor al final de su historia afirmó que el cobrador de impuestos fue quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues él sinceramente se humilló delante de Dios reconociendo que era pecador y necesitaba ser perdonado de todos sus pecados, algo que el fariseo nunca reconoció, más bien él se presentó como justo, recto e intachable en la presencia de Dios, y que no necesitaba ser perdonado.

Queridos hermanos. Creerse justo, recto e intachable por mérito propio es peligroso, ya que esta perspectiva nubla la realidad de lo que realmente el hombre es en la presencia de Dios, pues en su presencia nadie puede declararse justo y libre de pecado, y todo aquel que declare serlo, él tal es mentiroso porque no está en la verdad. Constantemente el hombre comete pecado delante de Dios, ya sea con sus acciones, palabras o pensamientos, por eso al presentarse delante de Dios en oración, su oración debe ser similar a la oración que hizo el cobrador de impuestos, reconociendo que es pecador y necesita de la misericordia de Dios para hallar el perdón a sus muchos pecados. Hermanos. Jamás nos consideremos que somos justos, rectos e intachables por asistir regularmente a la iglesia, por participar de sus múltiples actividades, por servir en algún ministerio, o por contribuir económicamente para la obra. Ninguna de estas acciones nos santifica, por eso al estar en la presencia de Dios en oración, debemos reconocer que somos pecadores y necesitamos Su misericordia y perdón todos los días.

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