LA PROMESA DE JESÚS
LA PROMESA DE JESÚS
Cuando nosotros necesitamos algo de nuestros padres, no acudimos a otras personas como familiares, amigos o vecinos, sino que acudimos directamente a ellos con la plena certeza de que nos podrán ayudar. De la misma manera cuando necesitemos algo de nuestro amado Señor, no podemos acudir a Él por medio de la oración hecha en el nombre de otros seres, como los ángeles, los apóstoles, los padres de la iglesia, ni tampoco en el nombre de su madre terrenal. La única forma de acudir a nuestro Señor es por medio de la oración hecha en su santo nombre y de nadie más. Esta promesa la hizo a sus discípulos cuando se acercaba el día de Su muerte y Su partida de este mundo. Esta maravillosa promesa se encuentra registrada en el cuarto evangelio: “Yo haré cualquier cosa que en mi nombre ustedes me pidan.” Juan 14:14. DHH.
Conforme a las palabras de nuestro Señor, podemos pedir lo que sea y Él lo hará realidad, pero para que nuestras oraciones sean consideradas y contestadas, debemos recordar que nuestra petición debe ser en Su nombre. Pedir algo en el nombre de nuestro Señor, no significa añadir dicha expresión al final de cada una de nuestras oraciones como un simple convencionalismo, sino que en su nombre quiere decir todo lo que el nombre del Hijo de Dios significa. El nombre de Jesús se refiere a su autoridad; es decir, para orar en su nombre, tenemos que orar de acuerdo con Su voluntad para que se cumplan sus propósitos en nuestra vida, y los propósitos de su reino venidero, más no para nuestros motivos egoístas. Además, nuestra oración debe basarse en los méritos de Jesucristo y no en nuestros propios méritos ya que nosotros no tenemos ninguno, porque somos seres imperfectos y pecadores. En pocas palabras, nuestra oración debe buscar solo la gloria de nuestro amado padre Celestial.
Si anhelamos que nuestras oraciones sean contestadas, debemos alinear nuestras oraciones conforme al carácter y la voluntad de nuestro amado Señor, ya que Él no dará respuesta a las oraciones que estén contrarias a su naturaleza o a su voluntad. Jamás podremos usar Su santo nombre como fórmula mágica para satisfacer nuestros deseos perversos y egoístas, ante estas oraciones, nuestro Señor no solo que no nos contestará, sino que posiblemente nos disciplinará por nuestros deseos perversos. Pero si nuestras oraciones son para satisfacer alguna necesidad real, sea esta física o espiritual, podemos acudir confiadamente a nuestro Señor, ya que la promesa que hizo a sus discípulos, lo es también para nosotros en el tiempo presente, razón por la cual podemos tener la certeza que Él a su debido tiempo contestará nuestras oraciones que fueron hechas en su nombre, conforme a su carácter y a su voluntad.
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