UNA MISIÓN QUE CUMPLIR
UNA MISIÓN QUE CUMPLIR
Cuando tenemos asuntos que beneficien nuestra vida, no dejamos pasar un día para que ese asunto concluya. Y a veces, cuando nuestros asuntos no están concluidos, ni siquiera podemos cerrar nuestros ojos cuando nos acostamos a dormir. En medio de la noche, al no poder conciliar el sueño, nos damos vueltas de un lado para el otro en nuestras camas, pensado la manera, cómo y cuándo será que por fin demos por concluido ese asunto en particular. Los asuntos inconclusos siempre nos agobian, incluso algunos no pueden comer sin antes haberlos concluido, este fue el caso de uno de los sirvientes de Abraham. El sirviente antes de probar un bocado de comida, quería concluir el asunto por el cual había ido a ver a Labán: “Luego sirvieron la comida, pero el siervo de Abraham dijo: No quiero comer hasta que les haya dicho la razón por la que vine. Muy bien respondió Labán, dinos.” Génesis 24:33 NTV.
Todos los que hemos alcanzado la salvación y la vida eterna, tenemos una misión más importante que la misión que tenía que cumplir el siervo de Abraham. Esta misión fue delegada por Aquel que entregó su preciosa vida en el madero por nuestra salvación. Esta misión es la de compartir la acción salvífica hecha por Cristo Jesús en favor de toda la humanidad. Algunos cristianos no damos importancia a esta misión encomendada por nuestro Señor, por eso lo posponemos una y otra vez y cuando lo posponemos, ni siquiera nos perturbamos y descansamos plácidamente como si no tuviésemos algo inconcluso que cumplir en nuestras vidas como seguidores de Cristo. Si la misión fuera algo que nos beneficiara para nuestra vida terrenal, seguramente que no tardaríamos en cumplirla, pero como se trata de algo espiritual, no le damos la importancia que merece la misión delegada por Cristo.
Pese a que llevemos años de vida cristiana, todavía no valoramos el sacrificio que realizó Cristo en nuestro favor, por eso no damos importancia a la misión que nos encomendó. Pues si valoráramos el sacrificio de Cristo, cumpliríamos sin demora la misión que nos encomendó. Dejaríamos a un lado todo lo que nos impide para que seamos fieles al mandato de nuestro Señor. Debemos ser como el siervo de Abraham, que tenía un agudo sentido de urgencia con relación a su misión encomendada por su amo. Esto no significa que tenemos que correr en todas direcciones a la vez, movidos por una prisa nerviosa. Lo que significa es que tenemos que cumplir la tarea que el Señor nos ha delegado como un asunto de máxima prioridad para nuestra vida, ya que no sabemos hasta cuando tengamos la oportunidad para realizar esta misión. Nuestra vida es pasajera en este mundo, por eso debemos aprovechar al máximo, cumpliendo la misión delegada por nuestro Señor.
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