AQUÍ ESTOY YO. ENVÍAME A MÍ

AQUÍ ESTOY YO. ENVÍAME A MÍ.

La proclamación de las buenas nuevas por todo el mundo, debe ser el anhelo de todos los redimidos por la sangre de Cristo Jesús, pero la realidad es muy diferente, pues un gran número de redimidos a pesar de que proclaman a viva voz su profundo amor a Dios, no están dispuestos a dar su tiempo a la causa de Cristo. No anhelan compartir el evangelio de la salvación y la vida eterna con sus familiares, peor aún con las personas que están a su alrededor.

¿Este grupo de cristianos será que en realidad aman profundamente a Dios? De ninguna manera, ya que el amor a Dios se expresa a través de la obediencia a su llamado, y el anhelo de compartir el evangelio de su Redentor tal como lo hizo el profeta: “Después oí que el Señor preguntaba: ¿A quién enviaré como mensajero a este pueblo? ¿Quién irá por nosotros?. Aquí estoy yo le dije. Envíame a mí”. Isaías 6:8 NTV.

Desde la época del Antiguo Testamento, el Redentor de este mundo, constantemente está llamando a sus redimidos para que sean sus voceros delante de los no redimidos. El Señor puede enviar a los serafines que cantan en el Templo celestial, pero Él desea enviar a un ser humano, una criatura limitada no sólo por su carne y sangre sino también por el pecado, para poder alcanzar a otro de su misma naturaleza, por eso el Señor en la actualidad sigue haciendo este llamado a sus redimidos para que sean sus mensajeros.

En el pasado, Isaías escuchó este llamado y dijo a Dios: aquí estoy yo, envíame a mí. El amor a Dios mueve al verdadero siervo a salir y proclamar por el mundo el mensaje de la redención de los pecados y la salvación eterna. Si de veras proclamamos nuestro amor a Dios, es momento de que escuchemos su llamado y al igual que el profeta Isaías digamos a viva voz a nuestro Señor: Aquí estoy yo. Envíame a mí.