NO DESCUIDE SU RELACIÓN CON DIOS
NO DESCUIDE SU RELACIÓN CON DIOS.
ISAÍAS 32:9 Escuchen, mujeres, ustedes que están acostumbradas a la buena vida. Escúchenme, ustedes que son tan engreídas. 10 Dentro de poco tiempo, algo más de un año, ustedes que son tan despreocupadas, de repente comenzarán a preocuparse. Pues se perderán sus cultivos de frutas, y no habrá cosecha. 11 Tiemblen, mujeres de la buena vida; abandonen su autosuficiencia. Quítense sus ropas bonitas y pónganse tela áspera en señal de su dolor. 13 Pues su tierra se cubrirá de espinos y zarzas; sus hogares alegres y ciudades felices desaparecerán. 14 El palacio y la ciudad quedarán abandonados, y pueblos de mucha actividad estarán vacíos… NTV.
Una vez que el monarca hebreo firmó la alianza con su homólogo del imperio egipcio, los habitantes de Jerusalén se sentían a salvo, pues confiaban en el poderío del ejército aliado, confiaban en sus carros de guerra, en sus conductores, y sus hombres armados. Los judíos estaban confiados de que este ejército, tenía la capacidad, y el poderío para repeler cualquier ataque del imperio asirio. Posiblemente estaban también seguros porque creían que Dios no iba a destruir la ciudad ni su Templo. Judá llegó a considerar al Templo de Jerusalén como una especie de amuleto de la buena suerte que detendría cualquier peligro. Con esta seguridad aparente, el pueblo le dio las espaldas a Dios y se centró en sus propios placeres.
Ya sin el temor a los posibles ataques del imperio asirio, los habitantes de Jerusalén, retomaron las celebraciones propias de su cultura, las cuales habían abandonado al escuchar los rumores de la posible invasión por parte del ejército asirio. Ante el regocijo desmesurado de todo el pueblo, el profeta Isaías lanzó una advertencia a las mujeres de Jerusalén, un presagio tremendo que las iba afectar en extremo. Isaías les echó en cara su despreocupación por las cosas que realmente importaban, porque ellas en vez de dedicarse a mantener una estrecha relación con el Señor, se habían acostumbrado a los placeres de la carne, y llevar la buena vida lejos de la voluntad de Dios.
El profeta les anunció una devastación que vendría sobre el reino dentro de poco tiempo, algo más de un año, con lo que cesaría la vendimia y la cosecha, y, por tanto, sería ocasión de un duelo general entre ellas. La desolación que se aproximaba sobre la ciudad Santa sería tan devastadora, que la tierra fértil de viñedos, sería cubierta por espinos y zarzas; además, sus hogares alegres y ciudades felices desaparecerían. El palacio y la ciudad quedarían abandonados. Jerusalén se convertiría en un pueblo fantasma ya que sus habitantes y las actividades comerciales desaparecerían. Para que esto no se lleve a cabo, el profeta exhortó a las mujeres de Jerusalén a que se quitaran la ropa bonita que llevaban y se vistieran de tela áspera en señal de su dolor.
Las palabras del profeta Isaías estaban dirigidas no solamente a las mujeres de Jerusalén, sino a toda la población hebrea que confiaban en el ejército egipcio o en la suerte para ampararse de la destrucción. Ya que, en esa aparente seguridad, todos los habitantes de Jerusalén, se sentían cómodos en una tranquilidad negligente, disfrutando de las cosechas, ropa, tierra y ciudades, mientras el ejército invasor se acercaba para atacarlos. El poder, la riqueza y el lujo dan una falsa seguridad, adormece al que las posee y le lleva a pensar que todo marcha bien cuando el desastre está a la vuelta de la esquina. El creyente al abandonar los propósitos que tiene Dios para su vida, también abandona su ayuda infinita.
Queridos hermanos. Al tener un trabajo y un ingreso estable para sustentar cada una de nuestras necesidades y las necesidades de toda nuestra familia, nos sentimos cómodos y empezamos a disfrutar de los placeres que podemos adquirir con nuestros ingresos. Con esta seguridad aparente, descuidamos nuestra relación con Dios, así como también de agradecerle por todas las bendiciones que hemos recibido, ya que todo lo que tenemos provienen de Sus manos. Hermanos. Que nada ni nadie nos haga descuidar de nuestra relación con el Señor. Si Dios nos provee para que podamos cubrir todas nuestras necesidades, seamos agradecidos con Él. Pues si no somos gratos con el Señor, nuestros trabajos, así como nuestros ingresos pueden desaparecer, ya que es el Señor quien nos los provee y nos llena de bendiciones. Como agradecimiento a Su bondad, afiancemos aún más nuestra relación con el Señor, llevando una vida conforme a Su voluntad, sirviéndole con los dones y talentos que hemos recibido.
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