ELIMINEMOS LAS VIEJAS PRÁCTICAS
ELIMINEMOS LAS VIEJAS PRÁCTICAS
La furia, la maldad, la calumnia y el lenguaje sucio, son prácticas normales y habituales entre los hombres de esta generación, al igual que en todas las generaciones pasadas. Pero pese a que estas prácticas sean vistas como algo normal en este mundo dominado por la maldad y el pecado, en el reino de los cielos donde gobierna Dios Padre, no tienen cabida, por eso, el apóstol Pablo exhorta a todos los redimidos por la sangre de Jesucristo, a que abandonen definitivamente todas estas prácticas repudiadas por el eterno Creador: “Pero ahora es el momento de eliminar el enojo, la furia, el comportamiento malicioso, la calumnia y el lenguaje sucio.” Colosenses 3:8 NTV.
En la vieja naturaleza, los sentimientos perversos como la furia, la malicia, la calumnia, y las palabras sucias son naturales, por eso son practicadas por casi toda la población humana sin ninguna clase de reserva ni remordimiento. Pero ninguna de estas prácticas, son propias de la nueva naturaleza en Cristo Jesús, por eso, toda persona que acepta a Jesucristo como su Señor y Salvador, debe eliminar definitivamente de su vida todas estas costumbres de su vieja naturaleza sin Cristo. El creyente cuando entregó su vida a Jesucristo, hizo un compromiso de abandonar su vieja naturaleza de pecado y vivir en su nueva naturaleza bajo la dirección del Espíritu Santo. El apóstol Pablo apelaba a este compromiso realizado por los creyentes y los insta a permanecer fieles a su confesión de fe en Jesucristo.
Las palabras del apóstol Pablo, en primera instancia fueron para los creyentes de la iglesia en Colosa, pero también son aplicables para los creyentes de todas las iglesias del mundo, ya que toda persona que aceptó a Jesucristo en su corazón, hizo un compromiso con el Señor, por eso todo creyente sin excepción, tiene que abandonar los sentimientos maliciosos de su vieja naturaleza, y reemplazarlos con los sentimientos de su nueva naturaleza. El amor, la bondad, el respeto, la generosidad y todos los sentimientos similares a estos, deben primar en el corazón de los redimidos por la preciosa sangre de Jesucristo, tal como primó en el corazón del Unigénito Hijo de Dios.
Pese a nuestra conversión a Jesucristo, los malos deseos todavía siguen estando presentes en nuestro interior, pero no debemos dejar que se manifiesten. Pero si en algún momento llegaran a manifestarse, en ese momento debemos pedir ayuda al Espíritu Santo, para que nos de la fortaleza necesaria para sepultar definitivamente estos sentimientos en lo más profundo de nuestro ser, o nos ayude a eliminarlos definitivamente de nuestras vidas. Somos nuevas criaturas gracias al sacrificio de Jesucristo en el madero, por eso, debemos vivir bajo nuestra nueva naturaleza libre de toda malicia y pecado.