¿QUÉ ABUNDA EN NUESTRO CORAZÓN?
¿QUÉ ABUNDA EN NUESTRO CORAZÓN?
Por lo general, a cada uno de nosotros nos gusta calificar la vida cristiana de nuestros hermanos de la fe, en ocasiones lo hacemos sin ni siquiera conocerlos bien, o haber tenido un espacio de tiempo para compartir con ellos. Los calificamos solo con ver la forma de relacionarse con otros creyentes, de participar o no en las actividades de la iglesia, o la forma de vestirse o de maquillarse. Al considerar solo estos aspectos internos, y sin conocer su interior, llegamos a conclusiones erróneas en cuanto a su andar en el camino de la salvación y vida eterna. Calificamos la vida cristiana de otros hermanos, pero no nos damos tiempo para conocer nuestro diario caminar en Cristo. Al no darnos ese espacio para conocer nuestro interior, pensamos que estamos caminando en conformidad a la Palabra de Dios y nos auto calificamos como buenos cristianos. En cuanto a esto, Cristo Jesús nos da algunas pautas para saber si en realidad somos personas buenas o no: “El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca.” Lucas 6:45 DHH.
A través de estas palabras, Jesús nos recuerda que nuestro hablar y accionar, revelan el interior del corazón de cada persona. Ya que todas las acciones, hasta las palabras que nosotros pronunciamos, se originan en el corazón. Un creyente moralmente puro y espiritualmente sano, puede derramar bendiciones para otros del buen tesoro de su corazón, porque en su corazón se encuentra albergada la Palabra de Dios. Por otra parte, un creyente básicamente impuro sólo exterioriza lo malo hacia sus semejantes, de la maldad que atesora en su corazón. De esta clase de creyentes no se puede esperar nada diferente, sino odio, envidia, rencor y deseos de hacer maldad en contra de su prójimo. La clase de fruto que una persona produce identifica la calidad de esa persona y lo que alberga en su corazón.
Si nosotros nos identificamos como seguidores de Cristo, debemos producir los frutos de la fe, es decir, una vida caracterizada por el amor y la generosidad hacia nuestros semejantes, para esto, lo primero que debe ser bueno, es nuestro corazón. Las buenas impresiones que tratamos de dar a otros, no duran para siempre si nuestro corazón es engañoso, por eso tarde o temprano todos se darán cuenta de lo que tenemos en nuestro interior . Es importante que conozcamos nuestro corazón, y saber qué es lo que estamos atesorando en él. Si estamos atesorando las cosas malas más que la Palabra de Dios, es momento de que cambiemos. Empecemos a desechar los malos deseos de nuestro corazón y saturémoslo con las Sagradas Escrituras para que nuestras palabras y acciones sean de bendición para nuestros semejantes.