HEMOS LLEGADO A DIOS
HEMOS LLEGADO A DIOS.
En nuestro peregrinaje por este mundo, siempre estamos caminando de un lugar a otro. En ocasiones cuando perdemos nuestra cordura, caminamos sin una meta, en círculo y sin un rumbo fijo. De la misma manera que caminas sin rumbo fijo en la vida física, también lo hacemos en la vida espiritual. Por eso caminamos de religión en religión, de iglesia en iglesia, buscando la respuesta a nuestras inquietudes acerca de la existencia de Dios y sus propósitos para nuestra vida. Dios al ver nuestra realidad, cierto día dirigió nuestros pasos para que lleguemos a un lugar inimaginable, a un lugar donde nuestras cargas y aflicciones fueron quitadas. Dios nos dirigió a un lugar donde encontramos la salvación y vida eterna para nuestras almas. El escritor de la carta a los Hebreos nos afirma que hemos llegado a la presencia de Dios: “Ustedes han llegado a la congregación de los primogénitos de Dios, cuyos nombres están escritos en el cielo. Ustedes han llegado a Dios mismo, quien es el juez sobre todas las cosas. Ustedes han llegado a los espíritus de los justos, que están en el cielo y que ya han sido perfeccionados”. Hebreos 12:23 NTV.
Gracias a la orientación del único Dios verdadero, muchos de nosotros que caminábamos sin rumbo y dirección, hemos encontrado las respuestas a nuestras preguntas y el propósito de Dios para nuestras vidas, por eso ya no andamos sin una meta y sin un rumbo fijo. Por su amor y misericordia, nuestro amoroso Padre eterno, nos dirigió a la congregación de sus primogénitos, nos hizo herederos de su salvación, y con todo lo que ella ofrece. Dios ha inscrito nuestros nombres en el registro de su familia celestial. Nuestros nombres están inscritos en el libro de la vida y ya no seremos condenados a una eternidad de sufrimiento tal como las personas que rechazan el sacrificio realizado por Cristo, ni tampoco aceptan la dirección de Dios Padre.
Absolutamente todos los cristianos portamos documentos de ciudadanía para el cielo escritos con la indeleble tinta de la gracia de Dios, y cada creyente sobre la faz de la tierra tenemos una morada reservada en la casa de nuestro Padre Celestial. Nuestro Padre eterno: es el Juez de todos, y en el final de los tiempos juzgará a todos los hombres, cuyos nombres no se hallen registrados en el libro de la vida. Nosotros ya no seremos juzgados, porque hemos llegado a los espíritus de los justos hechos perfectos. Nosotros somos justificados de todo pecado, por la fe en Cristo. Estamos sin mancha, puros en presencia de Dios, debido a que el valor de la obra sacrificial de Cristo Jesús ha sido imputado a cuenta de nuestros pecados. Ya hemos llegado a la presencia de Dios, no nos apartemos de ella, mantengámonos firmes hasta que nuestro Padre Celestial nos llame a su presencia.