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DIEZMOS Y OFRENDAS

DIEZMOS Y OFRENDAS

MARCOS 12:41 Jesús se sentó cerca de la caja de las ofrendas del templo y observó mientras la gente depositaba su dinero. Muchos ricos echaban grandes cantidades. 42 Entonces llegó una viuda pobre y echó dos monedas pequeñas. 43 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Les digo la verdad, esta viuda pobre ha dado más que todos los demás que ofrendan. 44 Pues ellos dieron una mínima parte de lo que les sobraba, pero ella, con lo pobre que es, dio todo lo que tenía para vivir. NTV.

Pese al egoísmo e individualismo que reina en este mundo, se puede ver a personas extendiendo sus manos para brindar su ayuda a las personas más necesitadas de la sociedad. Posiblemente algunos lo hacen de todo su corazón, esperando suplir en algo las necesidades de su prójimo, pero también hay otros que lo hacen con otras intenciones, con las intenciones de que los demás los vean, y los aplaudan por sus acciones filantrópicas en favor de los necesitados, y otros posiblemente lo hagan para reducir en algo sus impuestos. Algo similar sucede al momento de entregar los diezmos y ofrendas en las iglesias cristianas. Algunos creyentes entregan sus contribuciones a la iglesia de todo corazón, esperando apoyar en alguna forma la obra ministerial. Otros lo hacen para recibir algún reconocimiento por sus contribuciones, y otros simplemente para no quedarse atrás, o ser cuestionados por no entregar sus contribuciones a la iglesia.

El Señor analiza minuciosamente las ofrendas y contribuciones que hacen las personas a la iglesia, y esto fue evidente, ya que en cierta ocasión se sentó cerca de la caja donde eran depositadas las ofrendas y contribuciones para el Templo de Jerusalén. Mientras los feligreses iban depositando sus ofrendas en la caja, el Unigénito Hijo de Dios miraba el interior de sus corazones, analizando la cantidad y con que actitud depositaban sus ofrendas. En todo ese tiempo, el Señor observó que los ricos echaban cantidades considerables en la caja de la ofrenda, pero tenía conocimiento de que sus ofrendas no representaban ningún sacrificio, pues daban de lo que les sobraba. También observó que una viuda pobre echó dos monedas pequeñas en la caja. El Señor sabía que esas monedas eran todo el sustento de la viuda. Una vez que todos entregaron sus ofrendas, Jesucristo llamó a todos sus discípulos y les dijo que la viuda había ofrendado más que todas las personas juntas. Con estas palabras, el Señor de ninguna manera quería dar a entender que las ofrendas de las personas ricas no fueran bien recibidas o no fueran necesarias; lo que quería era que sus discípulos tengan en cuenta que las ofrendas son aceptables sólo si provienen de corazones llenos de amor y confianza, tal como lo había hecho la viuda al entregar todo su sustento, pues dio todo por su profundo amor a Dios, y su confianza que Dios mismo supliría todas sus necesidades

A los ojos del Señor, a pesar de que la ofrenda de la viuda fue por mucho la más pequeña que de los demás, consideró que era el de más valor, pues el valor de una ofrenda no lo determina la cantidad, sino el espíritu con que se da. Una ofrenda que se da a regañadientes o por buscar reconocimiento pierde todo su valor pese a que sean cantidades exorbitantes. Por eso, el Señor de ninguna manera pide a sus siervos que vacíen sus cuentas bancarias para darlo a la iglesia, sino que hace una invitación a sus seguidores para que se entreguen completamente a Él. A partir de este paso, las ofrendas para su obra sin lugar a duda serán generosas, y la vida del creyente vendrá a ser una mayordomía verdadera. Toda ofrenda que se entregue para la obra ministerial debe ser hecha con amor, y con la alegría de poder contribuir para que las Buenas Nuevas de salvación sea proclamada al mundo perdido.

Queridos hermanos. Al igual que el Señor examinó la actitud del corazón de los hombres que entregaron sus ofrendas en el pasado, también examina la actitud del corazón de todos sus seguidores que entregan sus diezmos y ofrendas en el presente. Teniendo esto en mente, antes de entregar nuestras contribuciones a las iglesias o ministerios cristianos, debemos analizar con que actitud lo vamos hacer. Si lo vamos a hacer por amor a Dios, o simplemente para agradar a los líderes de las iglesias y ser reconocidos por nuestra generosidad. Hermanos. No importa que nuestros diezmos y ofrendas para la obra del Señor, no sean exorbitantes, lo más importante es que demos con amor y alegría, sabiendo que en las manos del Señor, lo poco que demos serán multiplicados. Pero también debemos estar conscientes de que no debemos dar lo que nos sobre. Si hemos sido bendecidos, nuestro agradecimiento a Dios por esa dádivas recibidas deben reflejarse en nuestro diezmos y ofrendas para que se siga adelante proclamándose la palabra de Dios a todo el mundo.

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