AMOR Y FIDELIDAD AL SEÑOR
AMOR Y FIDELIDAD AL SEÑOR
MARCOS 15:37 Entonces Jesús soltó otro fuerte grito y dio su último suspiro. 40 Algunas mujeres miraban de lejos, entre ellas, María Magdalena, María… y Salomé. 41 Eran seguidoras de Jesús y lo habían cuidado mientras estaba en Galilea. También estaban allí muchas otras mujeres que habían venido con él a Jerusalén. 43 José de Arimatea se arriesgó y fue a ver a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús… 44 Pilato no podía creer que Jesús ya hubiera muerto, así que llamó al oficial romano y le preguntó si ya había muerto. 45 El oficial lo confirmó, así que Pilato le dijo a José que podía llevarse el cuerpo. 46 …. Luego bajó el cuerpo de Jesús de la cruz, lo envolvió en el lienzo y lo colocó en una tumba … 47 María Magdalena y María, la madre de José, vieron dónde ponían el cuerpo de Jesús. NTV.
Expresar aprecio, fidelidad y amor por medio de las palabras es fácil, lo difícil es demostrar esos mismos sentimientos por medio de las acciones, y más aún en tiempos difíciles, cuando sus vidas corren peligro. Precisamente esto fue lo que sucedió con los discípulos de Jesucristo poco después de que Él fue arrestado. Unas horas antes de que Jesucristo haya sido arrestado por los emisarios del Sanedrín, todos los discípulos habían prometido que permanecerían junto a Su Maestro, incluso algunos habían dado su palabra de que morirían junto a Él si fuera necesario, pero cuando llegó la hora de demostrar su aprecio, amor y fidelidad por su Maestro, todos ellos desaparecieron, incluso uno de ellos para resguardar su vida, fue capaz de negar que lo conocía.
Una vez que empezó todo el calvario para Jesucristo, los discípulos lo dejaron solo, pues no lo acompañaron en esos momentos que más los necesitaba. No estuvieron presentes cuando fue juzgado en el Sanedrín, no estuvieron cuando estuvo delante de Pilato, no estuvieron a los pies de la cruz cuando fue crucificado, ni tampoco cuando Su cuerpo fue sepultado. Y si, estuvieron en todos esos momentos de agonía de su Maestro, seguramente estaban siguiendo de lejos, todos estos acontecimientos, tratando en todo momento de que sus vidas no corran peligro de ser arrestados por ser uno de sus discípulos. En contraste a los discípulos, un grupo de mujeres antepusieron su aprecio, amor y fidelidad a Su Maestro por encima de su propia seguridad. Ellas siguieron de cerca las penumbras de su Señor y Salvador. Ellas estuvieron a los pies de la cruz cuando yacía colgado en el madero, momentos antes de que diera su último suspiro. Ellas escucharon sus últimas palabras como hombre, cuando declaró que todo había sido consumado, y cuando entrego Su espíritu a Su Padre. Ellas presenciaron su muerte, y por último, presenciaron donde pusieron el cuerpo de su amado Maestro.
Pese a su valentía, fue muy poco lo que estas mujeres pudieron hacer por su Maestro. No hablaron ante el Sanedrín en defensa de Jesús, no apelaron ante Pilato, no se enfrentaron a la multitud, no vencieron a los soldados romanos. Pero hicieron lo que pudieron. Se mantuvieron cerca de la cruz cuando los discípulos huyeron, siguieron tras el cuerpo de Jesús cuando lo llevaron a la tumba y prepararon especias aromáticas para su cuerpo. No se sabe el número exacto de estas valerosas mujeres, pero todas ellas estaban dispuestas a correr peligro por permanecer cerca de su Maestro, en estos momentos que más necesitaba de la compañía de los que lo amaban. Tres de ellas habían ministrado a Jesús y sus discípulos durante sus viajes de predicación a través de Galilea, y junto con otros seguidores de Cristo lo habían acompañado a Jerusalén. La lealtad de este grupo de mujeres sin duda contrasta fuertemente con la actitud de los discípulos, quienes a excepción de Pedro, desaparecieron sin dejar rastro, tras el arresto de su Maestro.
Queridos Hermanos. Posiblemente muchos de nosotros al igual que los discípulos, hayamos prometido nuestro amor y fidelidad eterna a nuestro Señor, pero cuando ha llegado el momento de demostrar esos sentimientos por nuestro Salvador, posiblemente hayamos desaparecido como cobardes. Nuestro amor y fidelidad a Jesucristo no solo debe ser en los momentos tranquilos y armónicos, donde las bendiciones sobreabundan, sino que también deben ser en los momentos de aflicciones y necesidades. Hermanos. Nuestro amor y fidelidad a Jesucristo debe ser como el de las mujeres, quienes permanecieron cerca de su Maestro en todo momento, pese al peligro que corrían sus vidas. Las tribulaciones o necesidades no deben ser un obstáculo para mantener nuestra fidelidad a nuestro Señor, en su lugar, en esos momentos es cuando más que nunca debemos permanecer arraigados de las manos de nuestro Señor, sirviéndole con los dones y talentos que hemos recibido.
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