Jesus Is Life

NO DIVULGUE SUS ACCIONES MILAGROSAS

NO DIVULGUE SUS ACCIONES MILAGROSAS

MARCOS 1:40 Un hombre con lepra se acercó, se arrodilló ante Jesús y le suplicó que lo sanara. Si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio dijo. 41 Movido a compasión, Jesús extendió la mano y lo tocó. Sí quiero dijo . ¡Queda sano! 42 Al instante, la lepra desapareció y el hombre quedó sano. 43 Entonces Jesús lo despidió con una firme advertencia: 44 No se lo cuentes a nadie. En cambio, preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra. Esto será un testimonio público de que has quedado limpio. NTV.

El deseo de los hombres es alcanzar la popularidad, la fama y la admiración, por eso cuando realizan alguna proeza realmente importante, tratan de divulgarlas por todos los medios, para que así, todo el mundo se entere y los admiren. Estos deseos de alcanzar la fama y la popularidad también lo tienen algunos líderes de las iglesias seudo cristianas, por eso cuando realizan alguna clase de milagros, tratan de que sean difundidas por todos los medios, para que de esa manera todo el mundo se entere y los admire. El Señor está en contra de que sus verdaderos siervos busquen la popularidad o la fama a costa de las señales milagrosas que realizan en Su nombre. Esto es evidente, ya que cuando Él realizaba estas señales milagrosas, pedía a los que habían recibido estos milagros que no los divulgaran, sino que guardaran silencio. Justamente esto es lo que le exigió el Señor a un hombre, después de que le sanó su lepra.

En las Sagradas Escrituras, la palabra lepra abarca una amplia variedad de afecciones de la piel, y no se aplica exclusivamente a la conocida enfermedad de Hansen. Estas infecciones de la piel por lo general eran consideradas muy contagiosas, razón por la cual se aislaba a los afectados a lugares apartados de la ciudad, excluyéndolos de esta manera de todo contacto social y actividades religiosas. Además, bajo la ley levítica, los leprosos eran considerados ceremonialmente inmundos, por eso siempre que algún leproso estuviera en la proximidad a una persona sana, tenían que gritar “¡Impuro, impuro!”, para que así, las personas sanas se apartaran rápidamente y no sean contagiadas. Si alguno de estos infectados resultaba sanado, se les exigía que se mostraran ante los sacerdotes para que ellos determinaran si estaban realmente sanos o no. En realidad, la actitud hacia la lepra en esos días era casi la misma que con el SIDA de hoy, una mezcla de temor y desprecio.

En cierta ocasión cuando Jesucristo recorría la región de Galilea predicando acerca del reino de Dios, un hombre leproso se le acercó, y se postró delante de Él, pidiéndole que le sanara de su lepra. El Señor tenía conocimiento de que la enfermedad del hombre era muy contagiosa, pero fue movido a compasión por el hombre: por eso lo tocó y lo sanó, arriesgándose de esa manera al contagio y no solo eso, sino también a ser declarado inmundo religiosamente. Pero al Señor no le importó nada de eso, pues su compasión por el hombre fue mucho más. Jesús quería que el hombre sea liberado de su enfermedad y sea declarado limpio. Una vez que el hombre fue sanado de su lepra, le advirtió que no divulgara el milagro que había recibido. En cambio, le pidió que se presentara ante los sacerdotes del templo de Jerusalén, para que lo examinaran y lo declararan ceremonialmente limpio, así mismo le pidió que llevara consigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra. Según las leyes del Antiguo Testamento, cuando un leproso se curaba debía presentarse ante un sacerdote para ser examinado. Luego el leproso debía dar una ofrenda de gratitud en el templo. Jesús se ajustó a estas leyes al enviar al hombre al sacerdote, demostrando el total respeto que tenía por la Ley de Dios.

Queridos hermanos. Jesús al exigir al hombre que fue sanado de su lepra que no lo divulgara abiertamente, rehusó toda oportunidad de tener mayor fama y popularidad por sus acciones milagrosas, ya que sus señales no eran para alcanzar fama y popularidad, sino para liberar a los hombres de sus opresiones físicas y espirituales, tal como habían profetizado los profetas del Antiguo Testamento. Si Jesucristo no quiso que sus milagros en favor de los hombres sean publicados, porque ahora muchos líderes religiosos publican por todos los medios los aparentes milagros que hacen en favor de las personas. Esto seguramente se da porque ellos buscan la fama y la admiración de los hombres. Hermanos. Los dones que el Espíritu Santo nos dio, como el don de la sanidad o la de expulsar demonios, no es para que busquemos la fama y la popularidad a costa de estos dones, sino para que sirvamos a las personas que necesitan sanidad física y sanidad espiritual, para que ellos glorifiquen a Dios por la libertad que han alcanzado.

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