HERMANOS POR IGUAL
HERMANOS POR IGUAL
MATEO 23:1 Entonces Jesús les dijo a las multitudes y a sus discípulos: 2 Los maestros de la ley religiosa y los fariseos son los intérpretes oficiales de la ley de Moisés. 3 Por lo tanto, practiquen y obedezcan todo lo que les digan, pero no sigan su ejemplo. Pues ellos no hacen lo que enseñan. 5 Todo lo que hacen es para aparentar… 6 Y les encanta sentarse a la mesa principal en los banquetes y ocupar los asientos de honor en las sinagogas. 7 Les encanta recibir saludos respetuosos cuando caminan por las plazas y que los llamen “Rabí”. 8 Pero no permitan que a ustedes nadie los llame “Rabí”, porque tienen un solo maestro y todos ustedes son hermanos por igual. NTV.
Ostentar un título académico como el de doctor, ingeniero, arquitecto, abogado, etc. O títulos de liderazgo, poder y honor como: rey, duque, presidente, alcalde, gobernador, juez, etc. Sin duda, da un grado de realce y honor a los hombres. Algunos hombres al ostentar alguno de los títulos ya mencionados, pierden toda sencillez y humildad, pues los títulos se les suben a la cabeza, razón por la cual, anhelan que las demás personas se dirijan a ellos por el título que ostentan antes que por sus nombres de pila. Incluso algunas personas por tener más gloria y honor, usurpan títulos que no les corresponde. Esto se puede evidenciar no solo en el ámbito secular sino también en el ámbito religioso, pues en la actualidad, es común escuchar a seudo seguidores de Cristo usurpando títulos de profetas y apóstoles. Estos hombres inescrupulosos anhelan que se dirijan a ellos por alguno de estos títulos, y les rindan honores casi similares a los honores que tenían los profetas del periodo del Antiguo Testamento, o los apóstoles de Jesucristo.
Anhelar ser reconocido por un título, no es nada nuevo en el ámbito religioso, ya que este anhelo era algo común entre los líderes religiosos del pueblo hebreo en los tiempos de Jesucristo. En ese tiempo a los líderes religiosos les encantaba que les asignaran los puestos principales en las comidas, a la izquierda y a la derecha del anfitrión. Les encantaban los asientos en la primera fila de las sinagogas, pues entre más adelante los asientos, mayor serían los honores que recibirían. Los primeros asientos de las sinagogas estaban comúnmente reservados para los líderes religiosos y los últimos asientos eran para los niños y personas menos importantes del pueblo. No conformes con eso, a los líderes religiosos les encantaba que todo el pueblo se dirija a ellos como Rabí, y que los trataran con el máximo respeto. Reclamaban de hecho un respeto mayor que el que se debía a los padres, porque decían que los padres no dan más que la vida ordinaria, física, mientras que el maestro da la vida eterna. Hasta llegaban a pretender que los llamaran padre como Eliseo llamaba a Elías.
Jesucristo conocía perfectamente el corazón de todos los líderes religiosos del pueblo hebreo, conocía que su devoción a Dios era falsa, razón por la cual no obedecían la perfecta palabra de Dios. Por eso en una de sus enseñanzas, el Señor dijo a sus discípulos y a todos los que le escuchaban, que obedezcan las enseñanzas de ellos, pero que no imitaran el comportamiento de ellos, ya que el comportamiento de ellos era opuesto a la voluntad de Dios. También les advirtió que por nada del mundo permitieran que el pueblo los llame Rabí, ya que ese título, solo le correspondía al Hijo del hombre, el Mesías, el Unigénito Hijo del Dios viviente. Esta advertencia de usurpar títulos, no solo es el título de Rabí, aunque sin duda es el más importante, sino también cualquier otro título que los haga sobresalir, debido a que todos eran hermanos y nadie estaba por encima de otro creyente.
Queridos hermanos. Las palabras del Señor son claras, todos los creyentes somos iguales e importantes en Su presencia, razón por la cual no debemos anhelar títulos que nos hagan sentir que somos superiores o más importantes que nuestros hermanos de la congregación. Ni tampoco debemos usurpar títulos que no nos corresponde, como lo hicieron los líderes religiosos del pueblo hebreo en el pasado, y como lo hacen en el presente, algunos hombres inescrupulosos que anhelan que los llamen apóstoles y profetas, pues el título de pastores ya no les parece tan atrayentes, y mucho menos el título de siervos. Todos estos hombres a su debido tiempo recibirán lo que se merecen por haber usurpado títulos que no les corresponde y haberse creído que son superiores al resto de creyentes. Hermanos. Si anhelamos servir a Dios, debemos tener una actitud humilde, y considerar a nuestros hermanos como superiores a otros, pues este es el anhelo de Jesucristo para con sus siervos. Tengamos presente que la humildad es algo que remarcó nuestro Señor con su vida, al venir a este mundo en forma de hombre, para servirle y dar Su preciosa vida por la humanidad pecadora.
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