UN CORAZÓN DESPRENDIDO
UN CORAZÓN DESPRENDIDO
MATEO 19:23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Les digo la verdad, es muy difícil que una persona rica entre en el reino del cielo. 24 Lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios. 25 Los discípulos quedaron atónitos. Entonces, ¿quién podrá ser salvo? preguntaron. 26 Jesús los miró fijamente y dijo: Humanamente hablando es imposible, pero para Dios todo es posible. NTV.
Desprenderse de una posesión o de un bien adquirido, sin duda es difícil para la mayoría de personas, ya que esto es contrario al deseo interno que tienen los hombres, porque el deseo del hombre es el de acumular bienes y riquezas para su vida. Algunas personas para cumplir con esta ambición, no les importa si tienen que robar o estafar a su prójimo, o a sus propios familiares, lo único que les importa es satisfacer sus deseos perversos. Una vez que este deseo se apodera de la mente y el corazón de la persona, difícilmente la persona se conforma con lo que ya ha logrado adquirir, sino que siempre estará deseando tener más y más, por eso se le hará difícil, o casi imposible desprenderse voluntariamente de todas sus posesiones. Esto de no desear desprenderse de sus posesiones, no solo ocurre con las personas de la clase económica alta, sino también en la clase económica media y baja. Pues la codicia, la avaricia y el egoísmo están presentes en el corazón del hombre sin diferenciar su condición económica.
Jesucristo conociendo el corazón perverso de los hombres, en cierta ocasión afirmó a sus discípulos que era más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, antes que una persona rica entre al reino de los cielos. Al hacer esta afirmación, Jesucristo no estaba afirmando que tener riquezas sean malas, ni tampoco que una persona rica jamás entrará al reino de los cielos. Jesucristo lo que les estaba afirmando era que es más probable que un camello pasara por el ojo de una aguja antes que las personas ricas abandonen todas sus posesiones por alcanzar el reino de los cielos. Esta afirmación hecha por Jesucristo es algo real, porque el hombre no está dispuesto a abandonar todas sus riquezas por alcanzar la salvación y la vida eterna. Esto no solo ocurre en las personas de clase económica alta, sino en todas las clases sociales, pues la mayoría de personas no están dispuestas a abandonar lo mucho o lo poco que tienen por seguir a Jesucristo. Pero esto es más fuerte en las personas de condiciones económicas altas.
Los discípulos al escuchar esta afirmación de su Maestro, quedaron atónitos y le preguntaron, entonces: ¿quién podrá ser salvo? Los discípulos al hacer esta pregunta a su Maestro, comprendieron que era algo imposible que un camello pasara por el ojo de la aguja, si eso era imposible, entonces también lo era la salvación para el hombre. Ante esta preocupación de sus discípulos, Jesucristo aprovechó la ocasión para enseñarles otra verdad en cuanto a la entrada en el reino de Dios. Les ratificó que en realidad si era imposible para el hombre alcanzar su salvación, pero que para Dios no lo era. Con esto Jesucristo les dijo a sus discípulos que solo por una intervención divina, los hombres podrían alcanzar la salvación, y no solo las personas ricas sino toda la humanidad. Solo Dios tiene el poder para cambiar el corazón del hombre dominado por la codicia, la avaricia y el egoísmo. Dios cambia ese corazón y le hace sensible a las necesidades de las personas, y así puedan desprenderse de sus riquezas y compartir con los necesitados, los recursos que Dios a puesto en sus manos. Sin la codicia, avaricia y egoísmo dominando su corazón, el hombre estará en capacidad de escuchar la voz de Dios, obedecer Su Palabra y alcanzar la salvación y la vida eterna.
Queridos hermanos. El amor por los bienes materiales, es uno de los impedimentos más grandes para que las personas puedan alcanzar la salvación y la vida eterna, debido a que su corazón está dominado por la codicia, avaricia y egoísmo. Las riquezas no necesariamente deben ser exorbitantes para que sean un impedimento para alcanzar la salvación, ya que el hombre puede amar lo poco que tiene más que a Dios. Hermanos. El amor a las riquezas tiende a transformarse en ídolos y despojan a Dios de nuestro corazón, por eso jamás debemos aferrarnos a ellas, ni mucho menos ponerlos en primer lugar antes que a Dios. Debemos ser desprendidos de todos los bienes que Dios pone en nuestras manos, y comprender que lo poco o lo mucho que tenemos es para bendecir a las personas que menos tienen. Un corazón desprendido de las riquezas no tendrá impedimentos para que pueda alcanzar la salvación y la vida eterna, ya que podrá dejarlo todo por seguir a Cristo.
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