NO HAY ESCAPATORIA
NO HAY ESCAPATORIA
NAHÚM 3:1 ¡Qué aflicción le espera a Nínive, la ciudad de crímenes y mentiras! Está saturada de riquezas y nunca le faltan víctimas. 5 ¡Yo soy tu enemigo! dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales… 14 ¡Prepárate para el sitio! ¡Almacena agua! ¡Refuerza las defensas! ¡Métete en los pozos para pisotear el barro y llenar los moldes y hacer ladrillos para reparar los muros! 15 Sin embargo, el fuego te devorará; serás derribada a espada. El enemigo te consumirá como langostas; devorará todo lo que encuentre. Aunque te multipliques como una nube de langostas, no tendrás escapatoria. NTV.
Cuando se habla del castigo Divino contra la maldad y el pecado de los hombres, algunos maestros de la Biblia creen que Dios en su amor y misericordia terminará por perdonar a toda la humanidad en el final de los tiempos, sin importar que no hayan mostrado arrepentimiento de sus pecados, ni aceptado el sacrificio de Cristo Jesús. Otras personas creen que podrán escaparse de la ira de Dios, escondiéndose en los rincones más lejanos de la tierra, y otros creen que nunca llegará el juicio de Dios, por eso viven cometiendo toda clase de pecados. Este último pensamiento lo tuvieron los habitantes de la ciudad de Nínive. Ellos creyeron que las profecías anunciadas por el profeta Jonás contra su ciudad un siglo atrás, jamás se cumpliría, por eso la nueva generación de ninivitas, nuevamente habían empezado a cometer toda clase de pecados que sus antepasados habían abandonado por el temor del juicio Divino.
Las cartas para los habitantes de la ciudad idólatra y pecadora de Nínive, estaban echadas, ya no había marcha atrás para la terrible desgracia que se les aproximaba. El pueblo no aprovechó la oportunidad que les había dado Yahvé para detener su ira, por esa rebeldía, el eterno Creador se volvió su enemigo, y en el día de su juicio contra Nínive, mostraría a todas las naciones de la región, lo frágil, lo indefenso que era la ciudad de los asirios, que un día había causado temor a las ciudades vecinas de la región. La fortaleza y el poder que mostraban sus guerreros, no iban hacer rivales para el poder de su ira. Yahvé, con la destrucción de Nínive, mostraría a todo el mundo que no hay ejército que puedan resistir el furor de su ira.
Las palabras del profeta Nahúm en contra de Nínive no eran nada alentadoras. Jonás el profeta que precedió a Nahúm, le había mostrado al pueblo ninivita, el amor y la misericordia del eterno Creador, pero ahora Nahúm, les presentaría a un Dios fuerte y poderoso que no retrocederá para derramar su ira en contra de los que le desobedecen. En el furor de la ira de Dios no quedaría nada del imperio asirio. Las naciones vecinas quedarían impactadas al ver al imperio que un día había conquistado muchos reinos de la región, hecha polvo y ceniza. Pues el ejército elegido por el Señor de los Ejércitos Celestiales para que ejecute su juicio contra Nínive, derribaría las murallas de la ciudad y la incendiaría para que se consuma por completo. Los habitantes serían derribados a espada y sus cadáveres quedarían tendidas por todas partes. El ejército enemigo destruiría toda la ciudad como una jauría de langostas de la cual no tendrían escapatoria. En el día de la caída de Nínive, los pueblos que habrían sufrido de las arbitrariedades de asiria se sentirán alegres por ver su destrucción, por ver la destrucción del símbolo de la opresión esclavizadora de la región. Nínive pagaría con su destrucción total, sus acciones perversas en contra de Israel y los otros reinos de la región.
Queridos hermanos. Cada una de nuestras acciones en este mundo tienen consecuencias en la presencia del Señor. Alguna de las consecuencias, Dios nos la enviará en nuestra vida terrenal, y las otras consecuencias la tendremos cuando estemos en su presencia. Porque nadie puede escaparse de la justicia divina, tal como la ciudad de Nínive pagó con su destrucción las consecuencias de sus actos perversos, el pecador también pagará las consecuencias de sus actos, ya sea en su vida terrenal, o en el día del juicio de Dios contra la maldad y el pecado. Hermanos y amigos, pensemos muy bien en las cosas que estamos haciendo, pensemos si somos merecedores de la ira de Dios, y si ese es el caso, este es el momento preciso para acudir a nuestro amado Señor, con un corazón humillado y quebrantado para buscar su perdón a nuestros pecados, y así no tener parte en el día de su ira. Pues si no aprovechamos este tiempo, tengamos por seguro que no escaparemos de su terrible ira.
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