PREDICAR SIEMPRE LA VERDAD
PREDICAR SIEMPRE LA VERDAD
Recibir una palabra de amonestación, no es algo que les guste a las personas, pero sí les encanta recibir palabras de halago, pese a que esas palabras no puedan ser sinceras. Este deseo de no ser exhortados, es algo que se está manifestando cada vez más dentro de las congregaciones cristianas. Pues en algunas iglesias, sus miembros solo desean que se les predique palabras de prosperidad, bienestar y bendiciones que proceden de las manos generosas de Dios. Pero no desean que se les predique acerca de las duras amonestaciones que hace Dios a sus hijos que no caminan en conformidad a su voluntad, o que no cumplen con las responsabilidades que les ha encomendado. El deseo de no recibir las amonestaciones de Dios, no es solo de los hijos del Señor que viven en el presente, ya que esta misma actitud la manifestaron los habitantes del pueblo escogido en el pasado. Esta actitud manifestada por los israelitas fue registrada por el profeta Miqueas: “Ustedes los israelitas no quieren que los profetas les den malas noticias. Ustedes no quieren creer que algo malo puede sucederles; por eso no quieren escucharlos. Les dicen que yo no estoy enojado, y que ese no es mi modo de actuar. Dicen que yo siempre trato bien a todos los que hacen lo bueno.” Miqueas 2:6-7. TLA.
Ante las duras profecías anunciadas por el profeta en contra de la nación, sus compatriotas le pidieron que no siguiera profetizando cosas desagradables, ya que ellos no querían escuchar el castigo que se avecinaba sobre ellos, en su lugar, querían escuchar del profeta, que Dios iba a seguir bendiciéndoles en gran manera, porque aprobaba el estilo de vida que estaban llevando. Israel no quería escuchar la verdad, por eso rechazaron a los verdaderos profetas de Dios, y aceptaron a los falsos profetas, porque les decían lo que querían escuchar. Pese a que el pueblo no quería escucharlo, el profeta siguió adelante con sus palabras de amonestación y exhortación al pueblo para que se arrepintieran de sus pecados.
Algo similar a lo que sucedió con el pueblo hebreo en el pasado, sucede en el presente con algunos creyentes, ya que ellos no quieren escuchar las duras palabras de amonestación en contra de la infidelidad a Dios. Por eso los pastores que predican la verdad de la palabra de Dios, no son para nada populares y sus iglesias no siempre están llenas. En tanto que los pastores que en sus prédicas, no piden demasiado de sus miembros, y les dicen que no se preocupen por el infierno, son populares y sus iglesias siempre están llenas. Los verdaderos pastores o siervos de Dios, no tienen que preocuparse si son populares o no, o si sus iglesias están llenas, lo único que tiene que preocuparles es siempre predicar la verdad, sin importar lo que los oyentes quieran escuchar.