EGOÍSMO Y MALOS DESEOS

EGOÍSMO Y MALOS DESEOS

En pleno siglo XXI, un gran número de habitantes del mundo, siguen viviendo bajo una esclavitud, pero no en una esclavitud convencional, en la cual el hombre es esclavo de otro hombre, sino en una espiritual. Los hombres son esclavos del egoísmo y sus malos deseos, por eso con frecuencia se dejan dominar de estos impulsos, y no se conduelen de las necesidades que pueda tener su prójimo, en su lugar, traman como pueden sacar partida de esas necesidades. No todas las personas están bajo esa esclavitud, sino solamente las personas que no han aceptado el sacrificio de Cristo Jesús, pues las personas que han aceptado este sacrificio, han hecho morir en la cruz de Cristo a sus amos que les mantenían cautivos. Esta afirmación la encontramos en la epístola a los Gálatas 5:24 “Y los que somos de Jesucristo ya hemos hecho morir en su cruz nuestro egoísmo y nuestros malos deseos.” TLA.

Mediante el sacrificio de Cristo, los creyentes fueron liberados del poder esclavizador de la carne, ya que este poder fue crucificado conjuntamente con Cristo en el madero, razón por la cual este poder esclavizador de la carne está muerto. Esto no significa que las propensiones y deseos han sido destruidos definitivamente del corazón de los creyentes, más bien significa que las personas que han aceptado a Cristo en su corazón, ya no encuentran ninguna clase de satisfacción al obedecer a los impulsos del egoísmo y los malos deseos, y mucho menos encuentran satisfacción en vivir en una forma contraria a la voluntad de Dios. Los creyentes transformados por el sacrificio de Cristo, no sólo son personas nuevas y libres de sus impulsos pecaminosos, sino también personas espirituales que anhelan vivir en completa obediencia y sumisión a la voluntad de su Señor y Salvador.

Si hemos aceptado a Cristo en nuestro corazón, ya no debemos permitir que el egoísmo y los malos deseos gobiernen nuestra vida, en su lugar, debemos apartarnos de estos deseos pecaminosos y clavarlos voluntariamente a la cruz de Cristo. Pero hay algo que debemos tener siempre en claro: Mientras estemos respirando, estos deseos perversos siempre aparecerán y tratarán una y otra vez que caigamos en sus redes, pero ya no tienen el mismo poder que tenían antes en nuestra vida, cuando todavía no habíamos entregado nuestras vidas a Cristo. Pero ahora que nuestra vida le pertenece al Hijo de Dios, Él nos da el poder más que suficiente para no caer fácilmente en las redes del egoísmo y los malos deseos. Cada día de nuestra existencia en este mundo, debemos entregarle nuestras tendencias pecaminosas a nuestro amado Padre Celestial y a su control, clavándolas en la cruz de su amado Hijo, y momento a momento aspirar el poder del Espíritu Santo para sobreponernos a ellas.