COMPANÍA DE DIOS.
Al hallarnos solos y abandonados en medio del desierto, seguramente nos desesperaríamos, y anhelaríamos encontrar a alguien con quien conversar y escapar de esa terrible soledad. Además, buscaríamos una fuente de agua para calmar la sed. David sintió esa terrible soledad al encontrarse solo en el desierto de Judá, como consecuencia de su escape de las manos de su hijo Absalón. Al encontrarse solo y abandonado en el desierto, David anheló de todo corazón encontrar la companía del Señor, para que le alivie esa terrible soledad. Su alma tenía sed de Dios, su carne se desmayaba con ese anhelo profundo. Su deseo de la compañía de Dios era tan intenso como la sed de un viajero en tierra seca y árida donde no existe fuentes de aguas. El anhelo de la companía de Dios que tuvo David, debe ser nuestro anhelo en estos días. Porque solo la companía del Señor puede calmar nuestra sed de paz, en este mundo donde la delincuencia y la violencia han tomado el control. Salmos 63:1.