NUESTRAS BUENAS ACCIONES
El deseo de ayudar a otros sin ninguna clase de interés personal, cada vez más, va desvaneciéndose en el corazón del hombre, pues el egoísmo va reemplazando a la generosidad innata con que fue creado el hombre en un principio. Debido al egoísmo reinante en el corazón, las personas ya no hacen algo por otros por el simple hecho de ayudarlos, sino por el interés del provecho que pueden sacar de esa buena acción. Algunas personas brindan ayuda a su prójimo por llamar la atención de los que le rodean, otros para inflar su ego, otros por el deseo de recibir alguna clase de reconocimiento y adulación, y otros, para que las personas queden en deuda con ellos. Esta clase de motivaciones para hacer buenas acciones en favor del prójimo, son inadecuadas, y no tendrán ninguna recompensa de parte de Dios Padre, esto lo afirmó Cristo Jesús en una de sus enseñanzas: “¡Tengan cuidado! No hagan sus buenas acciones en público para que los demás los admiren, porque perderán la recompensa de su Padre, que está en el cielo.” Mateo 6:1 NTV.
A Dios no le agradan las acciones que se hacen con ambiciones o intereses personales, porque esta clase de acciones no nacen de la generosidad del corazón, sino del egoísmo, porque solo un corazón egoísta busca satisfacer sus deseos perversos con sus buenas acciones hacia los demás. Deseos perversos como: el ser admirados, de recibir agradecimiento, o cualquier otra recompensa que satisfaga su alto ego. Las personas que se proponen conseguir esta clase de recompensas, que viene del mundo, no cabe duda que las conseguirán, pues serán admirados, y alabados por los hombres por la generosidad que han mostrado, pero eso será lo único que reciban, pues no podrán esperar recibir las recompensas que provienen de Dios Padre. Porque Dios solo recompensa las buenas obras verdaderas, obras que se hagan sin intereses personales de recibir recompensas que provengan del mundo.
Si hacemos las cosas que Dios nos pide que las hagamos en favor de nuestro prójimo, no hagamos alarde de esas buenas acciones, no sea que por buscar algún reconocimiento personal, perdamos el reconocimiento de nuestro amado Señor, pues las obras que a Él le agradan, son las obras que hacemos sin esperar nada a cambio que provenga del hombre, sino por nuestra inmensa gratitud con Él, por las bendiciones que hemos recibido de sus manos, en especial por el perdón gratuito de todos nuestros pecados y la segura esperanza de la salvación eterna gracias a su sacrificio en la cruz del calvario. Por estas grandes y maravillosas recompensas que ya hemos recibido de parte de nuestro Señor, practiquemos la generosidad y las buenas acciones para con nuestro prójimo, con las intenciones de enaltecer por todo lo alto el nombre de nuestro amado Salvador, Cristo Jesús.