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DESPOJÉMONOS DE NUESTRAS POSESIONES

DESPOJÉMONOS DE NUESTRAS POSESIONES

El anhelo de todas las personas que creen en la existencia de Dios, es llegar a morar eternamente en el reino de los cielos luego de dejar su existencia en este mundo. Pese a este deseo profundo que tienen, algunos no están dispuestos a pagar el precio que implica poder llegar a la morada de Dios Padre. El precio es confiar en Cristo Jesús de todo corazón, abandonar las cosas de este mundo y seguirlo. Esto lo hizo saber el Señor a un joven rico que anhelaba poder vivir en la morada celestial , Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Luego ven y conviértete en uno de mis seguidores. Cuando el joven oyó eso, se fue muy triste, porque era muy rico. Mateo 19:22 NTV.

El Señor al pedirle al joven rico que compartiera sus posesiones con su prójimo, no le estaba diciendo que alcanzaría el reino de los cielos por medio de sus obras filantrópicas, pero sí le estaba demandando que se despojara de todo lo que le ataba a este mundo para que pueda alcanzar justificación, e integridad total, para ser digno de estar en el reino de Su Padre. Ante la demanda del Señor, el joven rico dio la espalda y se marchó, mostrando de este modo que todavía no estaba dispuesto a despojarse de las cosas de este mundo y menos compartir sus posesiones con su prójimo. Con esta actitud egoísta, el joven rico mostró que no amaba a su prójimo y por ende no amaba a Dios, porque Dios es amor, y la expresión de ese amor fue la entrega de su amado Hijo como sacrificio para que el mundo alcance el privilegio de morar en el reino de los cielos.

El joven falló la prueba ya que no aceptó el desafío de dejar todas las cosas de este mundo y seguir a Jesucristo, porque todavía estaba arraigado a los deseos de su naturaleza carnal como sus posesiones. El joven rico amaba las cosas más que a las personas; y se amaba a sí mismo más de lo que amaba a otros. Cualquier persona que ponga las cosas materiales por delante de su prójimo, jamás estará en condiciones de aceptar el reto de seguir a Cristo y compartir su evangelio de salvación y vida eterna. Los deseos de la carne son obstáculos tan grandes que terminan por rechazar el señorío que anhela tener Jesucristo en la vida de cada uno de sus seguidores.

Abandonar nuestras posesiones, no implica que debamos vender todas las cosas que tenemos y compartirlas con los necesitados hasta quedarnos sin nada, lo que implica es que no debemos estar aferrados completamente a ellas, lo cual puede impedirnos que sigamos a Cristo y su misión. Debemos compartir las bendiciones que hemos recibido, pero no quedarnos en la ruina total, porque todavía tenemos la responsabilidad de mantener a nuestros familiares y a nosotros mismos, de manera que no seamos una carga para otros creyentes. Sin embargo, debemos estar dispuestos ha dejar lo que Dios nos pida, en el preciso momento que lo haga, ya que esta clase de actitud nos permitirá evitar que lo material se interponga entre Dios y nosotros.

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