PROMESAS ETERNAS.
Las promesas que hacemos los seres humanos son vulnerables a ser quebrantadas, ya que no tenemos la capacidad necesaria para mantenernos firmes a nuestras palabras. En contraste a la mayoría de nosotros, la voluntad de nuestro Señor es inquebrantable, Su amor nunca falla y Su fidelidad permanece para siempre. Gracias a estos atributos divinos de nuestro Señor, podemos tener la certeza de que todas las promesas que se encuentran registradas a lo largo de las Sagradas Escrituras se cumplirán a su debido tiempo en nuestras vidas. Por eso no debemos perder la esperanza del cumplimiento de esas promesas, y aún más del cumplimiento de la promesa de vida eterna en el reino de los cielos. Mientras el día del cumplimiento de esas promesas lleguen a nuestras vidas, debemos permanecer firmes en nuestra fe y practicar cada una de sus enseñanzas, ya que así viviremos siempre unidos a nuestro amado Señor y a nuestro amado Padre Celestial. 1 Juan 2:24-25.