EXHORTEMOS A NUESTROS HERMANOS
EXHORTEMOS A NUESTROS HERMANOS
La exhortación, es una de las tareas fundamentales que el Señor ha delegado a sus seguidores, por eso, cada creyente es responsable de velar por el bienestar espiritual de su prójimo. Si alguno de sus hermanos en Cristo empieza a desviarse del camino de la salvación y la vida eterna, tiene la obligación de exhortarlo para que se arrepienta de sus pecados y vuelva nuevamente a su comunión con Cristo Jesús. Esta instrucción la dio el Señor al profeta Ezequiel de la siguiente manera: “Por otra parte, si un justo se desvía de su buena conducta y hace lo malo, y yo lo hago caer y tú no se lo adviertes, él morirá sin que se le tome en cuenta todo el bien que haya hecho. Por no haberle hecho ver su maldad, él morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte.” Ezequiel 3:20 NVI.
Con frecuencia, el eterno Creador permite que haya obstáculos en la vida de sus hijos, Él hace que se enfrenten a circunstancias difíciles que les exigen a optar entre perseverar en el camino de la salvación o desistir de seguir adelante. Circunstancias que les exigen una elección entre vivir conforme a los parámetros de vida que Él ha establecido, o vivir disfrutando de los placeres que le ofrece este mundo materialista e inmoral. Si el convertido opta por los placeres de este mundo y abandona definitivamente el camino de la salvación, nada de lo que haya hecho durante su vida como seguidor de Cristo contará, será condenado al igual que las personas inconversas. Por eso, ante esta posible situación, los creyentes que tienen una madurez espiritual, son llamados a exhortar a sus hermanos que empiezan ha descarriarse, para que se arrepientan de sus pecados y no se pierdan definitivamente. Si un creyente sabe que su hermano está en pecado, y su hermano muere en pecado sin que lo haya exhortado, el creyente será culpable de la muerte de su hermano en pecado ante el Señor, por no haberle exhortado al arrepentimiento.
Dios nos ha dado una enorme y difícil responsabilidad, debemos velar por el bienestar espiritual de nuestros hermanos en la fe. Si alguno de ellos empieza ha descarriarse, con la autoridad que Dios nos dio, en amor tenemos que exhortarlos para que ellos se arrepientan y vuelvan a tener una estrecha relación con el Señor, si ellos mueren en su pecado sin que les exhortemos, la sangre de ellos nos demandará delante de nuestro Padre Celestial y seremos culpables de la condenación de sus almas. Si exhortamos a nuestros hermanos que están en pecado y mueren sin mostrar arrepentimiento, nosotros no tendremos ninguna culpa delante de nuestro Padre Celestial por la condenación que puedan tener sus almas. Con diligencia y con amor, exhortemos a nuestros hermanos y liberémonos de cualquier culpabilidad en la presencia de nuestro amado Señor.