COMUNIQUEMOS EL EVANGELIO SIN TEMOR

COMUNIQUEMOS EL EVANGELIO SIN TEMOR.

La maldad y el pecado, han nublado completamente el entendimiento de las personas, de la misma forma han endurecido sus corazones, razón por la cual no tienen una predisposición para escuchar el evangelio transformador de Cristo. Ante la negativa mostrada por los hombres para escuchar el mensaje de las buenas nuevas de salvación, muchos cristianos se han desanimado, y han dejado de cumplir con la gran comisión delegada por Cristo Jesús antes de su partida de este mundo. Dios sabía que los hombres no iban a estar dispuestos a escuchar Su mensaje, por eso, antes de enviar al profeta Ezequiel con su mensaje, lo predispuso para que no se desalentara ante la negativa de sus compatriotas. El Señor le dijo al profeta: “Tú, hombre, no tengas miedo de ellos ni de lo que te digan, aunque te sientas como rodeado de espinos o viviendo entre alacranes. No tengas miedo de lo que te digan ni te asustes ante la cara que pongan, por muy rebeldes que sean. Tú comunícales mis palabras, ya sea que te hagan caso o no, pues son muy rebeldes.” Ezequiel 2:7. DHH.

Los creyentes deben estar conscientes que desde el momento que aceptaron a Cristo Jesús como su Señor y salvador, el mundo se volvió en su enemigo, razón por la cual el mundo se volvió hostil con ellos, por eso, en ocasiones los creyentes sentirán que viven rodeados de espinos y alacranes. Ante esta hostilidad del mundo, los seguidores de Cristo son enviados a compartir el mensaje de la salvación y la vida eterna a toda la humanidad. Algunos hombres por la dureza de su corazón, no solo estarán determinados a no escuchar el mensaje de Dios, sino que también estarán determinados a ocasionar daño a todo aquel que ose en hablarles de Dios. Ante la terrible hostilidad que puedan mostrar los hombres, Dios alienta a sus siervos a que no tengan miedo de lo que les puedan decir o de lo que les puedan hacer al momento de que cumplen con la tarea encomendada. Dios les alienta a que compartan el evangelio sin importar si ellos están predispuestos a escuchar o no el mensaje, ya que ellos son tercos y rebeldes por la dureza del corazón.

La tarea que Dios nos ha encomendado, no es nada fácil, pero debemos hacerlo por obediencia. Debemos compartir el mensaje que transformo nuestras vidas y nos liberó de la condenación eterna sin miedo de lo que nos puedan decir o hacer. No nos debe importar si prestan atención al mensaje que anunciamos, nuestro deber es hacerlo, y Dios es quien se encargará de que la palabra que hemos compartido llegue a germinar o no en el corazón de los hombres. Por nada del mundo debemos desanimarnos por la negativa que puedan mostrar los hombres a recibir un folleto, un tratado, o una palabra que les compartamos de Dios. Nuestro deber es seguir adelante cumpliendo con la gran comisión que hemos recibido de nuestro amado Señor.