AHORA TENEMOS PAZ
Cuando una persona tiene una deuda con alguien o se encuentra enemistada por algún asunto grave, por nada del mundo quisiera encontrarse con ese alguien, por el temor de que le pueda hacer algo. Con ese temor, tratan de que sus caminos no se crucen y andan a escondidas, incluso algunos por ese temor, se encierran y no salen para nada del lugar de su refugio. Si el hombre comprendiera que por su condición pecadora, es un gran deudor ante los ojos de Dios y merecedor de un terrible castigo, trataría de refugiarse en un lugar seguro para no ser encontrado por el Señor. Algunas personas que son conscientes de su deuda ante Dios, viven con el temor de ser castigados por el Señor, pese al haberlo recibido como su Señor y Salvador. A los creyentes que viven con este temor, el apóstol Pablo les dice: “Por lo tanto, ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros.” Romanos 5:1 NTV.
Una vez que el pecador reconoce a Jesucristo como su Señor y Salvador, ya no tiene de que tener miedo, porque todos sus pecados son justificados, su deuda ante Dios fue pagada por el Señor por medio de Su sacrificio en la cruz del calvario. Por la perfecta obra redentora de Cristo, Dios nunca más se va acordar de los pecados que haya cometido o cometa el hombre. Por su fe en Cristo, el creyente ya no está enemistado con Dios, ahora ha sido cambiado de enemigo a amigo por un milagro de la gracia. Ahora el creyente tiene paz con Dios, pero esta paz no necesariamente equivale a sentimiento de paz como la calma y la tranquilidad. Paz con Dios significa que se ha reconciliado completamente con Él y ningún pecado bloqueará ni destruirá el puente de relación creado por el Señor entre el creyente y Dios.
Con nuestra conversión a Cristo, ya no tenemos que tener miedo de ser castigados por los pecados que hayamos cometido, en su lugar, ahora podemos disfrutar de la paz que viene como resultado de nuestra buena relación con Dios, pero esto no significa que vamos a estar libres de los problemas cotidianos de la vida, por que justamente estos, son los que nos ayudan a crecer y a madurar como cristianos en el camino de la salvación y la vida eterna. Si tenemos siempre presente estos dos lados de la vida cristiana, no nos desalentaremos con total facilidad al enfrentarnos a las tentaciones y los problemas. En su lugar, aprenderemos a depender del poder de nuestro Señor que está a nuestro alcance, porque Cristo Jesús vive en nosotros en la persona del Espíritu Santo.