NO TENGAMOS ÍDOLOS
NO TENGAMOS ÍDOLOS
Cualquier seguidor de Cristo en la actualidad, podrá aseverar enérgicamente que no es un idólatra si le hacen una pregunta semejante a esta. Porque la mayoría de cristianos, estamos bien convencidos de que no tenemos ídolos, ni imágenes que ocupen el lugar de Dios en nuestro corazón ni en nuestra vida. Todos creemos que cumplimos a cabalidad el mandato de Dios contra la práctica de la idolatría, la cual se encuentra registrada en uno de los libros de la ley que son atribuidos a Moisés: “No hagan ídolos ni imágenes de nada que esté en el cielo, en la tierra o en lo profundo del mar. No se arrodillen ante ellos ni hagan cultos en su honor. Yo soy el Dios de Israel, y soy un Dios celoso. Yo castigo a los hijos, nietos y bisnietos de quienes me odian,” Éxodo 20:4-5. TLA.
En esta porción de la escritura, las instrucciones del Señor contra la práctica idolátrica son claras. Él no quiere que sus hijos tengan ídolos o imágenes a quienes les rindan culto o alguna clase de adoración. Al mirar por encima este mandato, la mayoría estamos tan seguros que no tenemos ídolos, ni imágenes a quienes rendimos culto o adoración, pues casi todos los cristianos estamos acostumbrados a creer que los ídolos y las imágenes, son únicamente las figuras o estampillas hechas por manos humanas, dedicados a alguna deidad, a un ángel, o un santo. Pero los ídolos y las imágenes, no solo son esos, pues es todo aquello que ocupe el primer lugar que le corresponde a Dios en nuestro corazón y en nuestra vida, tales como: nuestros trabajos, nuestra familia, nuestros amigos, nuestras posiciones, nuestras pasiones e incluso, las personas a las cuales admiramos pueden convertirse en ídolos e imágenes para nuestra vida. En definitiva todo aquello que nos aparte de nuestra adecuada relación con nuestro Señor y Salvador, es un ídolo al cual rendimos culto y adoración.
El Señor no quiere que tengamos algo o a alguien que ocupe el primer lugar en nuestro corazón que solo le corresponde a Él, y menos que le rindamos culto y adoración. Nuestro Señor es fuerte y celoso, Él no perdonará a todo aquel que lo deseche de su corazón y lo reemplace con algo, o con alguien; por eso, si tenemos algo o alguien que este ocupando el lugar que le corresponde solo a Dios, tenemos que desecharlo. El Señor debe ser quien ocupe el primer lugar en nuestro corazón y en nuestra vida, porque Él es nuestro Creador, nuestro Redentor, nuestro Salvador y pagó un precio muy alto para rescatarnos de la condenación eterna. Por todo lo que ha hecho por nosotros, Él es el Único digno de recibir toda nuestra adoración por la eternidad.
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