LLEVEMOS UNA VIDA QUE GLORIFIQUE A DIOS
LLEVEMOS UNA VIDA QUE GLORIFIQUE A DIOS
El propósito de vida que tienen algunas personas es alcanzar el reconocimiento y la admiración de miles de seres humanos. Con este propósito en mente realizan diversas actividades para llamar la atención. Algunos tratan de llamar la atención por medio de filantropías en favor de las personas más necesitadas, otros, muestran sus cualidades para el deporte, las artes o alguna de las ramas de las ciencias. Pero todos se enfocan en que las miradas de los demás sean hacia ellos. En esto de llamar la atención, también caen algunos creyentes, pues utilizan los dones y talentos dados por el Señor para ser admirados por otros creyentes. Llamar la atención hacia uno mismo, no debe de ser el propósito del creyente, esto nos da a conocer el evangelista Mateo: “De la misma manera, la conducta de ustedes debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así los demás las verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo.” Mateo 5:16 TLA.
Muchas veces, el creyente se ve tentado a llamar la atención de los demás hacia ellos mismos, esto es más común cuando los ministerios que están a su cargo son exitosos y relevantes para sus congregaciones. Otros creyentes son tentados a hacer algo solo para ganarse la admiración de los demás. Cualquier cosa que se haga para ser admirados por los demás es incorrecto, porque el propósito principal del creyente es que toda persona que está a su alrededor, dirija su mirada a Dios para alabar y glorificar Su Santo nombre. Este propósito no debe ser solo entre los creyentes sino en todo momento y en todo lugar, mucho más en presencia de personas inconversas. El creyente con sus dones, talentos, cualidades, virtudes, conducta, acciones y con todo su ser, debe procurar que Dios sea exaltado y glorificado.
Nuestro conducta y comportamiento entre las personas inconversas, debe ser como una luz que ilumina sus vidas que se encuentran en medio de la oscuridad a causa de sus delitos y pecados. Ellos deben ver en nosotros la clase de vida que practican los verdaderos discípulos de Cristo; y viendo nuestro testimonio de vida, glorifiquen y alaben a Dios por todo lo alto, por habernos redimido y transformado nuestras vidas pecaminosas a una vida de luz y justicia. Todo lo que hagamos debe llevar a las personas a que reconozcan el poder y la majestad de Dios y procuren así, entregar sus vidas a Él para ser transformados a su luz admirable.