Jesus Is Life

LA GENEROSIDAD, ES UN MANDATO.

En el presente, muy poco se puede ver que las personas estén interesadas por velar por el bienestar de los pobres y necesitados de sus comunidades. El corazón del hombre, cada día se está endureciendo más y más, y se está haciendo insensible a las necesidades que puedan tener las personas que viven cerca de ellos. Con el pasar de los tiempos, La generosidad se va desvaneciendo poco a poco en el corazón de los hombres. La práctica de la generosidad con el menesteroso, no es una opción para el hombre, ya que es un mandato dado por el eterno Creador. Este mandato se encuentra a lo largo de la Sagrada Escritura. Un ejemplo de este mandato, lo podemos encontrar en el tercer libro del pentateuco atribuido a Moisés: «Si tu hermano se empobrece y se debilita económicamente con respecto a ti, tú lo ampararás; y vivirá contigo como forastero y advenedizo. Levítico 25:35 RVR 2015.

Dios bendice a algunos de sus hijos sobre otros, con el propósito de que los que fueron más bendecidos, compartan de sus bendiciones con los menesterosos de la sociedad humana, y así, puedan mostrar que Dios en su amor y misericordia, no deja desamparado a nadie, sino que está siempre velando por las necesidades de todos. Pese a este maravilloso propósito Divino de bendecir a unos más que a otros, el hombre por la naturaleza pecaminosa que aún gobierna parte de su ser, ha cerrado su corazón para no compartir sus bendiciones con los menesterosos, desobedeciendo de esa manera un mandato Divino.

En este mandato, el Señor ordena a sus hijos que sean generosos con las personas menesterosas, o con las que han caído en una desgracia económica. El Señor ordena que se satisfagan las necesidades de estos grupos y en lo posible, se trate de albergarlos como si fueran extranjeros. Este mandato fue dado en un principio por el eterno Creador al pueblo hebreo en el pasado, pero fue reafirmada por el Señor a todos los que le iban a seguir. Así que nadie tiene una excusa para no cumplir este mandato juiciosamente, más aún, si es un hijo de Dios. Para cumplir este mandato del Señor, no es necesario que tengamos una gran fortuna, porque Él no espera que eliminemos la pobreza de este mundo, ni tampoco que descuidemos a nuestra familia para satisfacer las necesidades de los menesterosos. Él espera, sin embargo, que cuando veamos a alguien con necesidad lo ayudemos de la manera que podamos y de acuerdo a las bendiciones que hemos recibido, incluyendo la hospitalidad.

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