HERIDAS PROFUNDAS
HERIDAS PROFUNDAS.
JEREMÍAS 30:12 Esto dice el SEÑOR: «Tu lesión es incurable, una herida terrible. 13 No hay nadie que te ayude ni que vende tu herida. Ningún medicamento puede curarte. 14 … Te he herido cruelmente como si fuera tu enemigo. Pues tus pecados son muchos y tu culpa es grande. 15 ¿Por qué te quejas de tu castigo, de esta herida que no tiene cura? He tenido que castigarte porque tus pecados son muchos y tu culpa es grande. 17 Te devolveré la salud y sanaré tus heridas dice el SEÑOR… NTV.
Cuando las aflicciones llegan a la vida del hombre, con total facilidad le echa la culpa a Dios de esas aflicciones. Pues los hombres en su arrogancia, sienten que no han hecho nada indebido como para ser merecedores de la tragedia que les sobrevino. Por lo general, al hombre no le gusta aceptar que todo lo malo que le sucede en la vida, son las consecuencias de sus propios actos, porque Dios, no es injusto como para castigar deliberadamente a alguien que no lo merece. Dios es justo y derrama su ira sobre aquellos que la merezcan. En el pasado, el Señor derramó su justa ira sobre el pueblo rebelde que había reusado atender las advertencias dadas por los profetas.
Este castigo enviado por el Señor, había provocado una profunda herida al pueblo hebreo, tan profunda que no había quien pueda vendar esas heridas para tratar de aplacar el terrible dolor que causaba. Tampoco existía un medicamento que pudiese acelerar el proceso de cicatrización de la herida. No hay medicamentos, ni vendas que puedan curar la herida del alma, pues el Señor en Su justa ira, había herido el alma mismo de Judá, pues el imperio babilónico, no solo se conformó con destruir la ciudad, sino que también asesinaron a algunos habitantes y a muchos otros los llevaron cautivos. Para las heridas físicas, existen medicamentos que pueden aplacar el dolor y acelerar el proceso de cicatrización, pero para las heridas del alma, todavía no existen ningún medicamento que pueda acelerar su sanación.
Ante la disciplina impuesta por el Señor, Judá protestó, pues sintió que el castigo que se le fue impuesto era demasiado. Pero la disciplina del Señor sobre Judá no fue demasiado, pues el pecado que originó esa disciplina era escandaloso. Los pecados de Judá eran demasiados y su culpabilidad también era grande. De acuerdo a sus pecados, Judá merecía esa herida profunda. El Señor nunca se sobrepasa al enviar una disciplina sobre el pecador, pues su justa justicia no lo permite. Él, es justo en todo, y envía Su castigo en conformidad a las faltas que haya cometido el hombre. El castigo del hombre es directamente proporcional a sus pecados.
La ira del Señor contra el pecador, no persiste para siempre, pues en su misericordia, derrama su perdón sobre todo aquel que muestre un genuino arrepentimiento de sus pecados. El Señor en su ira había ocasionado grandes y profundas lesiones a Judá, pero en su misericordia, estaba dispuesto a devolverle la salud y a sanar cada una de sus heridas. Esta promesa, el Señor la hizo por medio del profeta Jeremías. Difícilmente el hombre puede perdonar las ofensas pese a que se le pida perdón con sinceridad, pero el Señor no es como el hombre. Él siempre está dispuesto para derramar de su perdón, y a olvidarse por completo cualquier ofensa que le hayan hecho. El Señor está dispuesto a restablecer su comunión con todo aquel que busque su perdón.
Queridos hermanos. El Señor no disciplina o castiga arbitrariamente al hombre porque Él no es injusto ni cruel como los hombres. El Señor en su justicia, derrama su disciplina sobre todo aquel que la merezca, y esta disciplina es en conformidad a los pecados que haya cometido. Dios paga a cada hombre lo que se merece, por eso nadie puede tacharlo de injusto, pues si alguno lo hace, estaría cometiendo una falta muy grave y aumentando aún más su castigo. Dios pese a su profundo amor por los hombres, no puede faltar a su justicia, pues la justicia demanda disciplina y castigo sobre el pecador. Las disciplinas del Señor son para hacer que el hombre vuelva a su camino y no vaya a la condenación eterna. Hermanos. Los pecados pueden traer graves disciplinas o castigos a nuestras vidas, la severidad de ellas dependerá del número de pecados que hayamos cometido. El pueblo hebreo había acumulado muchos pecados y muchas culpas, por eso el Señor le ocasionó una profunda herida. Si no queremos tener una herida profunda como Judá, escuchemos las advertencias del Señor y apartémonos definitivamente del pecado.
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