PRÁCTICA DE LA JUSTICIA
PRÁCTICA DE LA JUSTICIA.
JEREMÍAS 22:1 Esto me dijo el SEÑOR: Ve y habla directamente al rey de Judá. Dile: 3 Esto dice el SEÑOR: ‘Sean imparciales y justos. ¡Hagan lo que es correcto! Ayuden a quienes han sufrido robos; rescátenlos de sus opresores. ¡Abandonen sus malas acciones! No maltraten a los extranjeros, ni a los huérfanos ni a las viudas. ¡Dejen de matar al inocente! NTV.
Dios a través de las Sagradas Escrituras, da instrucciones o parámetros específicos de cómo tiene que desenvolverse el hombre en medio de la comunidad en que vive. Estas normativas dadas por el Señor, van relacionadas al trato que deben tener las personas con los más vulnerables de la sociedad, como los son; los pobres, los enfermos, los huérfanos, las viudas y los extranjeros. Velar por los intereses de los indefensos es una demanda que Dios hace a todos los que ejercen algún grado de poder y autoridad, y no solo a ellos, sino también a toda persona que está en capacidad de procurar el trato igualitario a todos, sin ninguna clase de discriminación. A pesar de que el hombre, sabe de esta demanda divina, no se interesa en procurar el bienestar de los más vulnerables, más bien, ha tratado de aprovecharse de esa vulnerabilidad para sus propios intereses.
Ante la injusticia reinante en la sociedad hebrea, el eterno Creador pidió al profeta Jeremías que se presentase delante del rey de Judá, y en presencia de toda la corte real, anunciase Su demanda en favor de todos los necesitados del reino. El Señor ordenó al rey y a toda su corte que sean imparciales y justos en su trato con todo el pueblo, sin ninguna clase de favoritismos, y que sean correctos en todo. El trato diferenciado es una práctica común en la sociedad, pero Dios detesta esta forma de trato. Él desea que todos sean tratados de igual manera, tanto las personas ricas como las personas pobres, al momento de recibir justicia. Dios como un ser Justo, demanda justicia e imparcialidad a toda su creación porque eso es lo correcto.
Además, Dios ordenó a los gobernantes de Judá, que ayudaran a quienes habían sufrido robos por sus mismos compatriotas; que les rescataran de las manos de los opresores. Dentro del pueblo judío, habían personas inescrupulosas que se aprovechaban de las necesidades de su prójimo, les estafaban comprando sus propiedades a precios irrisorios, mientras que otros, se aprovechaban realizando préstamos a tazas de intereses muy elevados. Los que por necesidad accedían a estos prestamos quedaban presos a merced de estos hombres malvados. Por eso, el Señor pidió a los gobernantes que rescataran a sus compatriotas que habían caído en mano de estos hombres perversos.
El Señor también pidió a todos los líderes de Judá que abandonaran sus malas acciones, como maltratar a los extranjeros, a los huérfanos y las viudas. El maltrato del que habla el Señor, no solo era el maltrato físico contra estos grupos, sino también el maltrato de no velar por el bienestar y las necesidades de estos grupos vulnerables. Dios deseaba que los gobernantes estuvieran pendientes de suplir cada una de las necesidades de los más vulnerables del reino. Este deseo del Señor sigue vigente en el presente, pues su voluntad es que todas las personas que están en capacidad de extender sus manos a los menesterosos y a los necesitados, lo hagan. Que no escondan sus manos a la generosidad, pues el propósito de Dios al bendecir a unos más que a otros, era, es y será para que compartan de sus bendiciones y den a conocer el amor, la bondad y la misericordia del único Dios verdadero.
Queridos hermanos. Dios llama a la humanidad y específicamente a sus hijos a la práctica de la justicia en favor de los grupos más vulnerables de la sociedad, a pesar de esta demanda divina, hay muchos creyentes que la ignoran, pues no son sensibles a las necesidades de su prójimo, ya que, por egoísmo, solo piensan en satisfacer sus propias necesidades, sin tomar en cuenta que no practicar la justicia en favor de los más vulnerables, traerá la ira divina en sus vidas. Hermanos. como hijos de Dios, debemos ser sensibles a las necesidades de nuestro prójimo, y extenderles la mano. No importa si es poco o mucho con lo que podemos ayudarles, ya que el Señor escudriña con qué corazón lo estamos haciendo. Delante del Señor, valen más las intenciones que la cantidad, pues Él los puede multiplicar para satisfacer las necesidades de los necesitados
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