NO ACUMULEMOS NUESTRO CASTIGO

NO ACUMULEMOS NUESTRO CASTIGO

Como seres humanos, somos tercos y testarudos, no nos gusta escuchar la primera, la segunda o la tercera advertencia que se nos hace, siempre esperamos ver la magnitud de la disciplina para atender esas advertencias. Muchas veces, por no atender las primeras advertencias, dejamos que se nos acumulen nuestras disciplinas o castigos. Esto lo hizo saber el apóstol Pablo al pueblo romano, quienes no habían querido abandonar el pecado, pese a que se les había expuesto la postura de Dios en contra de los hombres que no se apartaban de esta forma de vida. El apóstol les dijo: “Pero por tu obstinación y por tu corazón empedernido sigues acumulando castigo contra ti mismo para el día de la ira, cuando Dios revelará su justo juicio.” Romanos 2:5 NVI.

Sabiendo cual es la voluntad de Dios, ningún hombre podrá quejarse cuando reciba la justa sentencia en el día del juicio Divino, aduciendo de que Dios fue injusto al imponerles tal castigo. Las advertencias de Dios contra las prácticas pecaminosas están dadas y registradas en las Sagradas Escrituras, y están a disposición de toda la humanidad, por eso, ningún hombre podrá tachar de injusta la sentencia recibida. En el día del juicio, cada hombre recibirá la sentencia de acuerdo a sus acciones realizadas en vida. Para algunos, la sentencia será más severa que para otros, todo dependerá del estilo de vida que haya llevado la persona, porque los justos juicios de Dios se gradúan según la acumulación de culpas del obstinado corazón del hombre.

Las personas que rehúsan arrepentirse y aceptar el perdón de pecado que Dios ofrece gratuitamente, gracias al sacrificio realizado por Cristo Jesús en la cruz del calvario, se aferran a sus propios pecados, acumulando más ira de Dios para sí mismos, como si estuviesen acumulando una gran fortuna de oro y plata. Pero, qué fortuna será en el día en que la ira de Dios sea finalmente revelada en el juicio del Gran Trono Blanco. En aquel día se observará que el juicio de Dios es absolutamente justo, sin parcialidad ni injusticia de clase alguna. Dios es totalmente justo y dará a cada hombre lo que se merezca.

A pesar de que nosotros no recibimos el castigo inmediato por cada uno de nuestros pecados, podemos tener la certeza de que el juicio de Dios es algo real. Todos, sin ninguna excepción, nos presentaremos delante del Señor, unos para recibir la recompensa y otros para recibir la sentencia. Por eso, no mantengamos nuestro corazón terco y obstinado a las advertencias de Dios, escuchemos su palabra y empecemos a llevar una vida de obediencia en conformidad a Su Santa voluntad, pues si no lo hacemos, estaremos acumulando para nosotros mismos, la ira de Dios en el día de Su terrible juicio.