NO PIERDA LA PERSPECTIVA DEL SERVICIO
NO PIERDA LA PERSPECTIVA DEL SERVICIO.
JEREMÍAS 15:15 Luego dije: SEÑOR, tú sabes lo que me sucede. Por favor, ayúdame. ¡Castiga a mis perseguidores! Por favor, dame más tiempo; no dejes que muera joven. Es por tu causa que sufro. 17 Nunca me uní a la gente en sus alegres banquetes. Me senté a solas porque tu mano estaba sobre mí y me llené de indignación ante sus pecados. 18 ¿Por qué, entonces, continúa mi sufrimiento?… Tu ayuda parece tan incierta como el arroyo estacional… 19 Esto responde el SEÑOR: Si regresas a mí te restauraré para que puedas continuar sirviéndome. Si hablas palabras beneficiosas en vez de palabras despreciables, serás mi vocero. Tienes que influir en ellos; ¡no dejes que ellos influyan en ti! NTV.
Perder la perspectiva de la fidelidad en el servicio al Señor es fácil, mucho más cuando las aflicciones llegan a la vida. Esto se debe a que muchos creyentes no comprenden que las pruebas o aflicciones hacen parte de la vida de los siervos de Dios, por eso, al no comprender este hecho, cuando las pruebas llegan a sus vidas, con total facilidad, reprochan a Dios por lo que tienen que atravesar, pues piensan que el Señor los ha abandonado, y dejados a la derriba a pesar de que le han estado sirviendo con fidelidad. Incluso, algunos creyentes, no solo Lo reprochan, sino que empiezan a enumerar las cosas que han hecho desde que empezaron a servir activamente en Su cuerpo. Ellos enumeran las horas que han dedicado para estudiar Su palabra, enumeran los ministerios en los cuales han servido con los dones y talentos recibidos, tratando de esa manera de demostrar al Señor que han sido siervos ejemplares, y no merecen la desgracia que les sobrevino.
Al igual que muchos creyentes de la actualidad, en el pasado, el profeta Jeremías también perdió su perspectiva de fidelidad en el servicio a Dios, esto se debió a que el pueblo de Judá no quería escuchar sus advertencias acerca del juicio Divino que se aproximaba sobre el reino, y en cambio lo veían como el enemigo de la nación, tanto que lo llegaron a repudiar y atacar. Jeremías llegó a ser odiado por todos sus compatriotas, pues ellos creían que si no fuera por él, y su prédica incesante de juicio, la tierra estaría en paz. A pesar de que el Señor le había advertido desde el inicio de su ministerio que todos se le opondrían, esto a la final terminó por afectar al profeta, incluso, lo llevó al desaliento.
Jeremías, dominado por el desaliento y el desprecio de sus compatriotas, en la presencia del Señor, ¡acusó!, que su sufrimiento era debido a su ministerio, y no conforme con eso, cuestionó al Señor y Le dijo, que desde que fue llamado al ministerio, nunca se unió a la gente perversa en sus alegres banquetes, que más bien, se sentaba a solas porque Su mano estaba sobre él, y se llenaba de indignación ante los pecados de sus compatriotas. Y entonces ¿Porque estaba sufriendo? Además, le dijo al Señor que Su ayuda parecía tan incierta como un riachuelo estacional. Es difícil mantenerse siempre fuerte en el ministerio, pues las pruebas y las aflicciones debilitan la fe, roban la esperanza y la seguridad de la protección de Dios. La persecución de sus compatriotas había debilitado al profeta, y en ese momento de debilidad, reprochó al Señor por la realidad que estaba atravesando.
El Señor no abandonó a su siervo en esos momentos de debilidad, más bien le alentó e hizo que él volviera a sus cinco sentidos. Le dijo que si regresaba sus pensamientos a Él, le restauraría para que pueda continuar sirviéndole en el ministerio profético. Además, le pidió que escuchara su voz, se aferrara a sus promesas y se olvidara de él mismo. El Señor repitió la promesa que le había hecho al principio de su obra como profeta. Al llegar a este punto el Señor le había prometido al profeta hacer de él un muro fortificado de hierro contra el pueblo. Y lo animó para que vuelva a ser el portavoz digno que había sido.
Queridos hermanos. Hasta los más grandes héroes de la fe han sido presa de la duda y de la desesperación. Si esos siervos valerosos: temieron, dudaron, necesitaron ser amonestados, alentados y ayudados para tener seguridad de las promesas de Dios, con mucha más razón nosotros. Todos nosotros podemos esperar que en algún momento, vamos a beber en alguna medida la misma copa amarga que bebió el profeta. Pero podemos tener la certeza de que nuestro amado Señor, nunca nos va abandonar en esos momentos difíciles, Él nos va ayudar a encontrar el camino de regreso a nuestro llamado, como ocurrió con Jeremías. Hermanos, las pruebas y las aflicciones van a ser parte de nuestra vida en este camino hacia la salvación, por eso, debemos ser fuertes para no decaer con total facilidad ante la mínima prueba o aflicción que se nos presente. Esta fortaleza, solo la tendremos si mantenemos una estrecha comunión con el Señor. Debemos estar siempre orando, escudriñando las Sagradas Escrituras, alabando y glorificando el nombre de nuestro amado Señor.
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