VIVAMOS COMO HIJOS DE DIOS

VIVAMOS COMO HIJOS DE DIOS.

A menudo, los redimidos por la preciosa sangre de Cristo, no tomamos suficientemente en serio la verdad en que insiste el Nuevo Testamento en cuanto a la nueva vida que debemos experimentar. Al no tomar en serio las Escrituras, vivimos de la misma manera que los inconversos, y no existe ninguna diferencia entre ellos y nosotros, porque seguimos viviendo bajo el gobierno de nuestra vieja naturaleza y no de la nueva naturaleza que tenemos en Cristo. Un seguidor de Cristo que no opere una transformación de su naturaleza, no es un cristiano auténtico, sigue siendo la misma persona no redimida, sólo que ahora con la etiqueta que lo denomina como cristiano. El verdadero seguidor de Cristo vive bajo el gobierno del Espíritu Santo, reflejando cada una de las virtudes de su fruto, en su constante relación con los demás: “Dios los ama mucho a ustedes, y los ha elegido para que formen parte de su pueblo. Por eso, vivan como se espera de ustedes: amen a los demás, sean buenos, humildes, amables y pacientes.” Colosenses 3:12 TLA.

Dios por su profundo amor, redimió a la humanidad pecadora, y los eligió para que formen parte de su pueblo. En vista de lo que ha hecho por medio de su amado Hijo, para beneficio de los redimidos, Dios espera que los redimidos experimenten una transformación en su conducta y la actitud hacia las personas que los rodean. Él espera que sus elegidos amen a los demás, sean buenos, humildes, amables y pacientes. El despliegue de estas virtudes refleja que realmente son parte de su pueblo elegido, porque reflejan las virtudes de su amado Hijo Cristo Jesús.

La persona cuando entrega su vida a Cristo Jesús debe experimentar un cambio total en su personalidad. Debe despojarse de su vieja naturaleza y asumir una nueva naturaleza que es en Cristo Jesús. Además, este cambio es progresivo; hace crecer constantemente a la persona en la gracia y en el conocimiento de las verdades divinas hasta que llega a ser lo que está destinada a ser: la imagen de Aquel que lo creó. Como imagen de Dios, el creyente debe vivir como un verdadero hijo de Dios, reflejando las virtudes de Aquel que lo rescató de las tinieblas. El creyente verdadero debe reflejar las virtudes de Cristo Jesús.

Si nos consideramos verdaderos seguidores de Cristo, nuestra vida debe reflejar las virtudes que son propias de nuestra nueva naturaleza. Debemos expresar amor a las personas sin ninguna clase de distinción. Ser desprendidos y bondadosos para hacer las cosas en favor de otras sin esperar recibir algo por nuestras acciones. Debemos ser humildes y considerar a otros como mejores a nosotros mismos, libres de toda arrogancia. La humildad del creyente no habla de debilidad, sino más bien de la fuerza de negarse uno a sí mismo y de andar con gracia para con todos los hombres de la misma manera que Cristo anduvo entre los hombres.

Otra de las virtudes que debemos expresar como verdaderos cristianos es nuestra amabilidad en nuestras palabras y acciones, además debemos ser pacientes, y no explosionar bajo provocaciones, más bien soportar largamente las ofensas. Como cristianos debemos soportar y perdonar, porque hemos sido perdonados y debemos perdonar siempre. Como Dios nos perdonó, así deberemos perdonar a los demás; porque sólo perdonando se puede ser perdonado. Dios espera ver cada una de estas virtudes en nuestras vidas, si alguna de ellas todavía no la estamos reflejando, debemos orar a Dios para que nos ayude, para que cada una de las virtudes sean manifestadas en nuestras vidas y el mundo reconozca que realmente somos el pueblo escogido de Dios.