DIOS CUIDA Y PROTEGE A SUS HIJOS

DIOS CUIDA Y PROTEGE A SUS HIJOS.

ISAÍAS 7:2 A la corte real de Judá había llegado la siguiente noticia: ¡Siria se ha aliado con Israel en contra de nosotros!. Por eso, el corazón del rey y el de su pueblo temblaron de miedo, como tiemblan los árboles en medio de una tormenta. 3 Entonces el SEÑOR dijo a Isaías: Toma a tu hijo Sear-jasub y ve al encuentro del rey Acaz. Lo encontrarás al final del acueducto que conduce el agua al estanque superior, cerca del camino que lleva al campo donde se lavan las telas. 4 Dile que deje de preocuparse; que no hay por qué temer a la ira feroz de esos dos tizones apagados que son Rezín, rey de Siria y Peka, hijo de Remalías. 7 … esto dice el SEÑOR Soberano: “Esta invasión nunca sucederá, nunca se llevará a cabo; NTV.

Es algo común entre las personas atemorizarse ante una eminente catástrofe global, nadie puede quedarse tranquilo ante una noticia así. Todos angustiados buscarían la forma de ponerse a buen recaudo para salvarse de esa terrible amenaza. A la ciudad de David había llegado una noticia terrible, la noticia de una posible invasión por parte de una coalición de naciones vecinas a Judá. Siria se había aliado con Israel para atacar el reino del sur y apoderarse del territorio y de todas sus riquezas. Ante la noticia de que el ejército de la coalición enemiga se estaba preparando para asaltar Jerusalén, el corazón de Acaz, rey de Judá en Jerusalén y el de su pueblo temblaron de miedo, como tiemblan los árboles en medio de una tormenta. El monarca temía por el posible final de su reinado y porque los ejércitos enemigos fueran a matar a mucha gente o se los llevaran cautivos para que sirviesen en los palacios de los enemigos.

Ante estos últimos sucesos, el eterno Creador no se iba a quedar con las manos cruzadas, ya que el reino de Judá era la ciudad de David, al siervo a quien le había hecho una promesa perpetua. Promesa de que su reinado no iba a tener fin, sino que uno de sus descendientes siempre estaría ocupando el trono de la ciudad. Por eso el Señor llamó al profeta Isaías para que lleve un mensaje fortificador y de esperanza al monarca del reino del sur. El Señor ordenó al profeta que tomara a su hijo Sear-jasub y se dirigiera al encuentro del rey Acaz, el cual estaría al final del acueducto que conducía el agua al estanque superior, cerca del camino que lleva al campo donde se lavaban las telas. En ese lugar temeroso del eminente ataque de sus enemigos, Acaz estaría haciendo preparativos contra los ejércitos invasores. El Señor por su omnisciencia sabía plenamente donde iba a estar el monarca judío, por eso para que su siervo no perdiera tiempo con la noticia que le tenía que llevar, le dio el lugar exacto donde iba a estar Acaz.

El mensaje del Señor para el monarca de Judá fue: que dejara de preocuparse; que no había por qué temer a la ira feroz de esos dos tizones apagados que eran Rezín, rey de Siria y Peka, hijo de Remalías. El señor le dio la promesa de que la invasión nunca sucedería, que nunca se llevaría a cabo. El mensaje que llevó el profeta fue una maravillosa promesa de consuelo para el rey atribulado. Enfrentado a los ejércitos invasores, Acaz le escuchó decir: “Cuídate y ten calma; no temas ni se turbe tu corazón”. Estos cuatro mandatos debieron haber tranquilizado el corazón del monarca. De la misma manera cuando el creyente se encuentra en medio de una tribulación, el Señor por medio del Espíritu Santo que mora en el corazón del creyente, le brinda palabras de consuelo para que no se desaliente. El Señor le dice: tranquilo y ten calma; no temas ni se turbe tu corazón, todo está bajo mi control, no tengas miedo de la tribulación, Yo te ayudaré a salir victorioso de ella.

Queridos hermanos. Ante la aflicción de Acaz por la posible invasión de la coalición armada de Siria e Israel: El señor de los ejércitos celestiales, envió a su profeta para tranquilizarlo y que dejara de tener miedo de esa posible invasión, ya que nunca se llevaría a cabo. Dios prometió al monarca de la casa de David, que Él velaría por su pueblo, y que bajo su vela, el ataque de la coalición nunca se iba a dar. Cuando Dios hace una promesa, el que recibe la promesa puede tener la seguridad de que esa promesa se va a cumplir. Porque Dios nunca miente. Hermanos. las promesas que Dios ha hecho a lo largo de las Sagradas Escrituras son reales y verdaderas, todas ellas van a tener cumplimiento. De la misma forma que Dios cumplió la promesa a Acaz también cumplirá las promesas que nos ha hecho en su bendita Palabra. Podemos estar seguros que bajo el cuidado y la protección de Dios, ninguna tribulación nos derribará, el Señor nos dará la victoria sobre ellos.