VIVAMOS PARA AGRADAR AL ESPÍRITU
VIVAMOS PARA AGRADAR AL ESPÍRITU
Casi todos nosotros hemos escuchado la frase: «El que la hace, la paga”. Este refrán hace referencia a que lo que hacemos, tiene sus consecuencias; en realidad esto es cierto, ya que cada una de nuestras acciones generan consecuencias y estas pueden ser positivas o negativas, todo dependerá de la acción que realicemos. Tal como un labrador, si siembra maíz, cosechará maíz, si siembra fréjol , cosechará fréjol ; el labrador no puede esperar cosechar algo diferente de lo que sembró. De la misma manera, de las acciones que realicemos, cosecharemos sus consecuencias, no podemos esperar recibir algo bueno si nuestras acciones son malas. Este hecho también sucede en nuestro ámbito espiritual, por eso el apóstol Pablo nos exhorta para que vivamos para agradar al Espíritu Santo: “Los que viven sólo para satisfacer los deseos de su propia naturaleza pecaminosa cosecharán, de esa naturaleza, destrucción y muerte. Pero los que viven para agradar al Espíritu, del Espíritu, cosecharán vida eterna.” Gálatas 6:8 NTV.
Es cierto en un sentido general, el hombre cosechará de todo lo que sembrare, por eso Pablo hace esta advertencia para que el cristiano no siembre para su naturaleza carnal. Sembrar para la carne significa vivir bajo los deseos corruptos de la carne como son : la inmoralidad, mentira, odio, ambición, avaricia, envidia, borracheras, palabras ociosas, placeres banales y cosas semejantes. Cada una de estas acciones pecaminosas, siempre corrompe, y si no se enfrenta, siempre conduce al empeoramiento progresivo del carácter de una persona. Los que viven para satisfacer a su carne segarán una cosecha de destrucción y muerte, separados eternamente de la morada celestial.
Sembrar para el Espíritu significa: vivir conforme al Espíritu Santo que mora en el interior del creyente. El anhelo del Espíritu Santo es que los hijos de Dios vivan en completa obediencia a la palabra de Dios, poniendo en práctica cada una de las enseñanzas que allí se encuentran descritas. Los que siembran para el espíritu cosecharán el gozo de vida eterna aquí y ahora de una forma en que otros cristianos no lo conocen. Luego, también cosecharán las recompensas que acompañan a la fidelidad, cuando lleguen a su hogar celestial.
De cada uno de nosotros dependerá que queremos cosechar, si queremos cosechar lo sembrado para la carne o lo sembrado para el Espíritu. Si a pesar de que nosotros hayamos aceptado a Cristo, seguimos viviendo complaciendo a nuestra carne, es más que seguro que cosecharemos nuestra destrucción. Dios tiene el poder para perdonar cualquier pecado que cometamos cuando nosotros con un corazón arrepentido le confesamos, Él nos justifica y borra toda culpabilidad de nuestro ser, pero también es verdad que ni siquiera Él puede borrar las consecuencias del pecado. No podemos tomar a la ligera el perdón de Dios. Hay una ley moral en el universo. Si uno la quebranta, puede que se le perdone; pero no puede evitar las consecuencias. Pero si es que vivimos para complacer al Espíritu Santo, es más que seguro que cosecharemos una vida eterna a lado de nuestro amoroso Padre Celestial. Recordemos: ¡De nosotros depende que deseamos cosechar!
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