SOMOS AMIGOS DE DIOS

SOMOS AMIGOS DE DIOS

Cuando nuestros amigos realizan una reunión o una fiesta, confiadamente participamos de ellas, porque existe un lazo de amistad que nos une. En cambio, si la fiesta es realizada por alguien con quien no tenemos una adecuada relación, nos abstenemos de participar de ella, nos mantenemos lo más lejos posible de esa fiesta, ya sea por el recelo o por el temor. Así como nos mantenemos lejos de una fiesta que no es realizada por nuestros amigos, antes de conocer a Cristo nos manteníamos lejos de poder estar en la morada celestial, porque éramos enemigos de Dios, pero todo esto cambió gracias al sacrificio de Cristo, tal como lo afirma el apóstol Pablo: “Antes, ustedes estaban lejos de Dios y eran sus enemigos, pues pensaban y hacían lo malo. Sin embargo, ahora Dios los ha hecho sus amigos por medio de la muerte de su Hijo, quien se hizo hombre. Dios lo hizo así para que ustedes pudieran presentarse ante él sin pecado y libres de culpa.” Colosenses 1:21 TLA.

Uno de los requisitos principales para que una persona pueda estar en la presencia de Dios Padre, y que pueda mantener una adecuada comunión con Él, es que la persona esté libre de toda contaminación. Ningún hombre por sí mismo puede cumplir este requisito, ya que todos los hombres están contaminados por la inmundicia del pecado. El pecado separa al hombre de la comunión con Dios y le hace su enemigo, porque el hombre sin la adecuada comunión con Dios, es hostil a sus normas y preceptos detallados en las Sagradas Escrituras. La mente y el corazón de los inconversos están enfocados en realizar las cosas que no agradan a Dios y en satisfacer los deseos perversos de su naturaleza carnal.

El hombre para no seguir siendo considerado como enemigo de Dios, necesitaba desesperadamente ser reconciliado con Dios Padre, y el Señor Jesús, en Su gracia incomparable, tomó la iniciativa para esa reconciliación. Jesús vino a este mundo y sufrió la muerte como humano para que los hombres pudieran estar seguros de que había muerto en su lugar. Jesús enfrentó la muerte como Dios para que los hombres estuvieran seguros de que su sacrificio era completo y de que Él verdaderamente había quitado sus pecados. Ahora, a todas las personas que aceptan a Cristo como su Señor y Salvador, Dios los hace sus amigos por medio de la muerte de su Hijo, quien se hizo hombre. Dios lo hizo así para que la humanidad pudiese presentarse ante él sin pecado y libre de culpa.

Antes de conocer a Cristo, éramos enemigos de Dios, pero ahora somos reconciliados con Él por nuestra fe en Cristo, ya no somos más sus enemigos, ahora somos sus amigos y podemos estar en su presencia eternamente. Si queremos vivir por la eternidad con Cristo, debemos depender totalmente de la gracia de Dios. Esto es cierto, seamos mentirosos, ladrones, homicidas o sinceros ciudadanos esforzados en no hacer maldad; todos hemos pecado una y otra vez, y cualquier pecado es suficiente para que nos motive a venir a Jesucristo para nuestra salvación y vida eterna. Aparte de Cristo Jesús, no hay forma de que nuestros pecados sean justificados y perdonados completamente.