ADORACIÓN Y ALABANZA AL SEÑOR

ADORACIÓN Y ALABANZA AL SEÑOR.

SALMOS 138:1 Te doy gracias, oh SEÑOR, con todo el corazón; delante de los dioses cantaré tus alabanzas. 2 Me inclino ante tu santo templo mientras adoro; alabo tu nombre por tu amor inagotable y tu fidelidad, porque tus promesas están respaldadas por todo el honor de tu nombre. 3 En cuanto oro, tú me respondes; me alientas al darme fuerza. NTV.

El eterno Creador día tras día derrama de sus bendiciones en la vida de los que en Él confían, pero la mayoría de sus hijos no notan las benevolencias de Dios, por eso no son agradecidos con Él. Algunos seguidores de Cristo erróneamente suelen pensar que todo lo que tienen en la vida, no son la respuesta de Dios a sus oraciones, sino que son los frutos de sus esfuerzos diarios. Pero la realidad es que todo lo que el hombre llega a tener en la vida son los resultados de las bendiciones de Dios, no solo las cosas materiales, sino absolutamente todo. El mismo hecho de poder respirar cada día el aire fresco, es una bendición otorgada por el eterno Creador. El creyente tiene tantas cosas porqué ser agradecido con Dios.

El salmista consiente de que todo proviene de las manos del SEÑOR, a través de un cántico de alabanza, dio gracias al SEÑOR, con todo el corazón, ante los supuestos dioses de las naciones paganas. David no reconocía la existencia de divinidades de los pueblos paganos, sino que se dispuso a cantar las alabanzas a Yahvé en medio de un ambiente idolátrico de los pueblos vecinos a Israel, declarando así, la superioridad del Dios de Israel sobre todo lo que es objeto de adoración por parte de los paganos. Al igual que en el pasado, en la actualidad, muchas personas creen en la existencia de diversos dioses, y les rinden adoración, pero ninguno de esos dioses se podrá asemejar al único Dios verdadero. Porque Yahvé está por encima de los supuestos dioses que creen los inconversos.

En muestra de reverencia total y profundo agradecimiento al SEÑOR, David se inclinó ante el santo templo del SEÑOR mientras lo adoraba; alabó Su nombre por su amor inagotable y su fidelidad. De acuerdo con la costumbre de los judíos piadosos, David se postró hacia el tabernáculo santo de Jerusalén, para rendirle adoración, porque el templo era el lugar de la morada terrenal del SEÑOR. Postrado y en completa sumisión, rindió adoración por su amor y su fidelidad inagotable. El amor y la fidelidad de Dios hacia sus hijos no tiene límites, es inagotable, por eso día tras día lo derrama en la vida de los que en Él confían. Por ese amor y fidelidad inagotable, sus hijos deben rendirle total adoración, ya no dirigiendo sus miradas al templo de Jerusalén, sino hacia lo alto, mirando a Su santo trono en el cielo.

El salmista en su cántico, también reconoció que las promesas del SEÑOR eran verdaderas y estaban respaldadas por todo el honor de Su nombre. Además, le había mostrado el cumplimento de sus promesas, al darle respuesta a sus oraciones, pues le había dado aliento y fuerzas en medio de las adversidades. Las promesas del SEÑOR sin duda son reales, porque Él no es hombre para mentir. Cada una de sus promesas están respaldadas por Su nombre, y cumplirá cada una de ellas a Su debido tiempo. Esta es la certeza que tienen los creyentes, pues en el pasado, el SEÑOR cumplió sus promesas a su siervo David, al darle respuestas a sus oraciones. Dios cumplirá sus promesas en la vida del creyente, por honor a Su santo nombre.

Queridos hermanos, el salmista estaba totalmente agradecido con el SEÑOR por todo lo que había recibido de sus manos. Dios le había mostrado su amor, fidelidad y el cumplimiento de sus promesas al darle respuestas a sus oraciones. Por eso, con un corazón profundamente agradecido y con una reverencia total, se postró delante del SEÑOR, para rendirle adoración, con cánticos y alabanzas en honor a Su santo nombre. Hermanos, al igual que David, tenemos tantas cosas porqué agradecer al SEÑOR. Cristo Jesús nos ha mostrado su amor inagotable al entregar su preciosa vida por nosotros, nos ha mostrado su fidelidad al sustentarnos todos los días, y ha cumplido sus promesas, al garantizarnos una vida en la morada de su Padre. Si reconocemos todo lo que ha hecho por nosotros, postrémonos en Su presencia y rindámosle una total adoración a través de nuestras voces. Demos honra, gloria y loor a nuestro amado SEÑOR.