BUSQUE LA MISERICORDIA DEL SEÑOR

BUSQUE LA MISERICORDIA DEL SEÑOR

SALMOS 123:1 Levanto mis ojos a ti, oh Dios, entronizado en el cielo. 2 Seguimos buscando la misericordia del SEÑOR nuestro Dios, así como los sirvientes fijan los ojos en su amo y la esclava observa a su ama, atenta al más mínimo gesto. 3 Ten misericordia de nosotros, SEÑOR, ten misericordia porque ya estamos hartos de tanto desprecio. 4 Ya estamos más que hartos de las burlas de los orgullosos y del desprecio de los arrogantes. NTV.

Los seguidores de Cristo al enfrentar adversidades una y otra vez, se cansan de seguir luchando para salir airosos de ellas. Anhelan en lo más profundo de su ser, que pronto esas adversidades se alejen completamente de sus vidas, bajo la misericordia de Dios. Pues desean volver a llevar una vida tranquila sin ninguna clase de preocupaciones. Llevar una vida tranquila, libre de toda situación adversa, sin duda es el anhelo de todos los hijos de Dios, este mismo anhelo tenía el salmista, por eso acudió en oración al eterno Creador, pidiendo misericordia para toda su nación porque estaba cansado de la injusticia que reinaba en su amado reino.

Tiempos posteriores al exilio babilónico, y la repatriación del pueblo hebreo, particularmente fue penoso, ya que los pueblos circunvecinos del reino davídico, procuraban obstaculizar cualquier intento de reconstrucción de la nación. y, por otra parte, las clases pudientes de la sociedad judía se dejaban llevar por la usura, y esquilaban a los pobres y desvalidos de su propia nación. El salmista ante esta situación humillante que estaba viviendo su pueblo, acudió al eterno Creador para que con su poder les saque de esta situación adversa.

El salmista desilusionado de todo auxilio humano acudió directamente al Dios que habita en los cielos para que intervenga con su poder en favor de los oprimidos. En oración, levantó sus ojos al cielo y buscó la misericordia del SEÑOR para su nación. Fijó sus ojos en Dios como cual sirviente fija los ojos en su amo, y le observó como cual esclava observa a su ama, atenta al más mínimo gesto. Como los esclavos dependen en todo de sus amos y están pendientes de sus órdenes e insinuaciones, esperando de ellos que subvengan a sus necesidades más elementales, así el salmista esperaba todo de la justicia divina.

La situación en la nación judía, había llegado al colmo, pues por todo lado se podía observar los desprecios y escarnios de parte de las personas acaudaladas, que con toda insolencia transgredían los derechos fundamentales de los pobres y necesitados de la nación. Por otra parte, las naciones vecinas de Judá, se burlaban ante los intentos de reconstrucción de la ciudad. Estos hombres orgullosos y arrogantes, no solo se burlaban, sino que impedían cualquier trabajo de reconstrucción, pues cada vez que los trabajadores se acostaban a dormir, ellos se levantaban para destruir el poco trabajo realizado por los obreros. El salmista estaba harto de tanta injusticia y del desprecio reinante. Anhelaba que la misericordia de Dios descendiera, y juzgara a sus compatriotas que esquilaban a los pobres y desvalidos de su reino. Y de la misma forma, que juzgara a los enemigos de la reconstrucción de la ciudad.
Queridos hermanos, el salmista estaba cansado de la situación que estaba atravesando su reino, por eso, acudió en oración al Señor, para que su misericordia descienda y pusiera fin a los actos reprochables de sus compatriotas y de los enemigos de la reconstrucción de la ciudad. Al igual que el salmista, los seguidores de Cristo, cuando enfrentan situaciones de injusticia, deben orar a Dios para que su misericordia descienda y ponga fin a toda injusticia. Hermanos, mientras estemos en este mundo, nos encontraremos con personas que impedirán que nuestro ministerio de servicio al Señor siga adelante, pero ante estos obstáculos, no debemos rendirnos, más bien debemos seguir adelante y poner en las manos del Señor estas situaciones adversas, para que su misericordia sea derramada en nuestro favor, y las personas que obstaculicen nuestro trabajo ministerial sean quitadas de nuestro camino, para libremente seguir con la obra que Dios puso en nuestras manos.