¡ALABADO SEA DIOS!
SALMOS 68:20 ¡Nuestro Dios es un Dios que salva! El Soberano SEÑOR nos rescata de la muerte. 26 Alaben a Dios todos los del pueblo de Israel; alaben al SEÑOR, la fuente de vida de Israel. 33 Canten al que cabalga por los cielos antiguos; su poderosa voz truena desde los cielos. 34 Cuéntenles a todos acerca del poder de Dios. Su majestad brilla sobre Israel; su fuerza es poderosa en los cielos. 35 Dios es imponente en su santuario; el Dios de Israel le da poder y fuerza a su pueblo. ¡Alabado sea Dios! NTV.
El pueblo hebreo en múltiples ocasiones, sufrió de ataques y asedios por parte de las naciones paganas que vivían alrededor de todo el territorio israelí. Pero de todos esos ataques, Israel había salido victorioso gracias al cuidado y la protección del eterno Creador. El reino hebreo, una y otra vez había sido salvado, y rescatado de la muerte gracias al amor y la soberanía de Dios. El salmista al ver el cuidado y la protección de Dios a su nación, convocó a todas las tribus de Israel a una asamblea solemne, para que todo el pueblo se uniera para alabar y glorificar el santo nombre de Dios.
En el pasado, Dios una y otra vez había desplegado su poder para salvar y rescatar a Israel. En los tiempos modernos, el hombre no tiene batallas similares a las que tuvo que enfrentar el pueblo hebreo en el pasado, pero sí enfrenta batallas contra las huestes espirituales de maldad que gobiernan este mundo. Además, el hombre se encuentra bajo la cautividad del pecado, necesita ser salvado y rescatado de esta cautividad. El pecado gobierna absolutamente el corazón de todas las personas del mundo. Nadie en sus fuerzas tiene el poder suficiente para liberarse, y salvarse de las consecuencias que acarrea estar bajo este gobierno. Este gobierno tiránico que conduce a la muerte física del cuerpo y al castigo eterno del alma. Dios desplegó su poder para salvar y rescatar al pueblo hebreo, de manera similar, el Señor desplegó su poder para salvar y rescatar al hombre del gobierno tiránico del pecado.
Cristo Jesús, entregó su vida en la cruz del calvario para salvar y rescatar al hombre de las consecuencias del pecado. Gracias al sacrificio de Cristo, el hombre está libre de toda condenación. Al considerar lo que hizo el Señor, los cristianos deben sentir una sensación abrumadora de temor reverente cuando se arrodillan ante el Señor en su santuario. Alrededor de los seguidores de Cristo, hay innumerables señales de su maravilloso poder. El poder ilimitado y la majestad inexplicable que deja sin aliento al hombre en su presencia. Cuán afortunados son los hombres de quienes Dios cuida y protege.
En medio de la asamblea, el salmista incentivó a todo su pueblo para que alaben y glorifiquen al SEÑOR, la fuente de vida del pueblo hebreo. Y a que reconozcan al Dios de Israel como digno de homenaje y alabanza. Las palabras conllevan un sentido tremendo de la grandeza y la majestad del eterno Creador. Él es trascendental, Aquel que cabalga sobre las nubes del cielo desde la antigüedad. Él es el Dios de la revelación, que habla con voz potente. Su majestad brilla sobre Israel y todos los reinos del mundo; su fuerza es poderosa en los cielos. Dios es imponente en su santuario; el Dios de Israel le da poder y fuerza a su pueblo. ¡Alabado sea el santo nombre del Señor!
Queridos hermanos, el Señor es la fuente de vida no solo del pueblo hebreo, sino también de todos los pueblos donde su nombre es invocado. El Señor salva y rescata del peligro a todos los que en Él confían. A los que acuden a Él confiadamente para ser liberados de toda amenaza maligna. El Señor majestuoso que trasciende sobre toda la creación es digno de homenaje y alabanza. Hermanos, la grandeza de nuestro Señor fue revelada, cuando nos salvó y rescató de la muerte a causa de nuestros pecados. Nos liberó del castigo eterno y nos aseguró una vida nueva en los lugares celestiales. Por todo esto, nuestro amado Señor, merece la honra, la gloria y la alabanza por toda la eternidad.