PERTENECEMOS A CRISTO.
¿Cómo sabemos que las cosas que poseemos nos pertenecen? Lo sabemos porque tuvimos que pagar un precio justo por cada una de nuestras posesiones. Ya que pagamos un precio justo, nadie puede venir a reclamarlas como suyas lo que ya nos pertenece. El precio pagado, es el título de propiedad y afirma que las cosas ya no pertenecen a nadie más, sino solo al que pagó por ellas. La vida del hombre al igual que las cosas materiales tienen un precio, y si alguien quiere tomar posesión de ella, tiene que pagar ese precio. Cristo Jesús pagó un alto precio por la vida del hombre, esto lo afirma el apóstol Pablo : “Cuando Dios los salvó, en realidad los compró, y el precio que pagó por ustedes fue muy alto. Por eso deben dedicar su cuerpo a honrar y agradar a Dios.” 1 Corintios 6:20 TLA.
La vida del hombre no le pertenece más al hombre, ya que su vida fue comprada por un alto precio. El precio pagado por la vida del hombre no fue con oro o plata, ni ninguna piedra preciosa, el precio pagado fue con sangre. No con la sangre de un animal, ni con la sangre de un simple mortal. El precio pagado fue con la sangre del Hijo de Dios. Cristo Jesús, consideró tan valiosa la vida del hombre que estuvo dispuesto a pagar el precio que fuese necesario para salvarlo, y en la cruz, estuvo la etiqueta con el precio la vida del hombre. El Señor por amor, derramó su sangre en la cruz del calvario como la cancelación del pago por la vida del hombre, por eso la vida del hombre le pertenece solo a Él.
Las personas que todavía no conocen a Dios, dicen que tienen el derecho de hacer con sus cuerpos lo que les venga en gana. Aunque piensen que eso es libertad, no son libres, más bien son esclavos de sus deseos pecaminosos. Pero una vez que la persona decide aceptar el sacrificio que Cristo Jesús realizó en la cruz del calvario como pago por su vida, el Espíritu Santo viene a su vida y mora en él. Desde ese instante, el hombre se vuelve una posesión de Dios.
Ahora que hemos aceptado a Cristo, somos su posesión más valiosa, tanto por creación como por redención. Siendo esto así, ya no podemos considerar más nuestro cuerpo como posesión nuestra. Si lo tomamos y usamos de la manera que quisiéramos, entonces estamos actuando como unos ladrones, pues estaríamos tomando lo que no nos pertenece. Entonces tengamos esto siempre presente, nuestra vida no nos pertenece, ni pertenece a la esclavitud del pecado, nuestra vida pasó a pertenecer a Cristo Jesús. Por eso debemos dedicar nuestro cuerpo para agradarlo, honrarlo y glorificarlo eternamente.